United States or Ghana ? Vote for the TOP Country of the Week !


Si se atiende solo á su direccion, prescindiendo del valor lineal que encierran, ambas son infinitas; pero si se atiende á este, la curva es mas larga que la recta porque es evidente que tomando una parte de la curva correspondiente á una parte de la recta y extendiendo ó rectificando la de la curva, resultará mayor que la de la recta; y como esto se puede hacer en toda la prolongacion de las líneas tendremos que el valor lineal de la curva será mayor que el de la recta en proporcion á la ley de sus undulaciones.

En el curso del viaje rotatorio, Gallardo, escrupuloso y descontentadizo en el arreglo de su persona, detenía su movimiento de traslación para retroceder dos o tres vueltas, rectificando el trabajo. No está bien decía con mal humor . ¡Mardita sea!... ¡Pon cuidao, Garabato! Después de muchos altos en el viaje, Gallardo llegó al final, llevando en la cintura toda la pieza de seda.

Entendámonos añadió Miquis rectificando . Si tus derechos no son una farsa, si hay algo de serio y legítimo en eso, enhorabuena que siga adelante tu pleito. Lo que yo quiero es que no consagres tu vida a la idea de ocupar una posición superior, que no vivas anticipadamente en ella con la imaginación, sino que tengas paciencia y reposo de espíritu... ¿Que ganas el pleito?

Ana, entre sollozos, refirió lo que podía referir de sus angustias, de sus miedos, de sus tormentos, de aquellas horas de fiebre. «Después que se vio en su lecho, mil espantosas imágenes la asaltaron entre los recuerdos confusos del baile.... Creyó que volvía a caer de repente en aquellos pozos negros del delirio en que se sentía sumergida en las noches lúgubres de su enfermedad.... Después la idea del mal que había hecho la había horrorizado...». Y Ana se interrumpía al ver al Magistral quedarse lívido, y como rectificando añadía, «el mal... es decir... el no haber sido bastante buena...». La enfermedad había sido una lección, una lección olvidada, y aquella mañana, al sentir en el lecho la misma flaqueza, aquel desgajarse de las entrañas, que parecían pulverizarse allá dentro, aquel desvanecerse la vida en el delirio... la conciencia había visto, como a la luz de un fogonazo, horrores de vergüenza, de castigo, el espejo de la propia miseria, el reflejo del cieno triste que se lleva en el alma... y después... la locura, sin duda la locura... un dudar de todo espantoso, repentino, obstinado, doloroso.

De esta manera, el maestro ha dado la vuelta al estudio rectificando los lienzos de todas las señoritas y repartiéndoles cumplidos, como se ofrecen bombones a los niños de las escuelas primarias. Todas están encantadas. Pero no acuso bastante los contornos, ¿verdad? LORENZA. ¡Ni acuso bastante los músculos...! ¡Ay! ¡Conozco mis defectos...!

Sin embargo, pienso, Miguel, que harás un esfuerzo para entenderme... ¿no es verdad que lo harás?... No es menester que penetres por completo el sentido de mis palabras, porque en edad tan tierna no es posible; basta con que te hagas cargo de lo que voy a decirte... de lo que tengo encargo de decirte añadió rectificando.

Ariel es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia, el término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el hombre superior los tenaces vestigios de Calibán, símbolo de sensualidad y de torpeza, con el cincel perseverante de la vida.

Háyase de llamar Renfas, o Asmodeo, o de otro cualquier modo, es lo cierto que este travieso diablillo, con parecer de menor cuantía y ser cojo por añadidura, tomó entre nosotros tal importancia, que nada malo se pudo hacer sin él. «El Diablillo Cojo sabe más que el otro», enseñó el refrán, y cuando en el calor de la ira se dijo a alguno que le llevase el diablo, no faltó quien, rectificando festivamente, respondiera: «El Diablo Cojuelo, que es más ligero». En las fórmulas supersticiosas llevábanle y traíanle como un zarandillo nuestras hechiceras de los siglos XVI y XVII, para que les llevase y trajese sus galanes y paniaguados, y le daban prisa, y le adulaban celebrando su ligereza.