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Y en efecto, en el terreno, repujado de pequeñas eminencias que contrastaban con la lisa planicie del atrio, advertía a veces el pie durezas de ataúdes mal cubiertos y blanduras y molicies que infundían grima y espanto, como si se pisaran miembros flácidos de cadáver.

Yo topé con él varias veces y me dio lástima y grima el verle. Ya iba cruzando por entre las breñas e internándose en lo más esquivo, ya emulando con las cabras monteses, saltaba por esos vericuetos. Dos o tres veces pasó cerca de y me causó horror. Rota y manchada la vestidura y enmarañado el cabello, más parece fiera que hombre.

En poco estuvo el Conde de perderse, Y al fin salió, huyendo el aposento, A Santo Domingo á refugiarse, llevan de la iglesia el Sacramento; Despues por mas seguro guarecerse, En el campo la noche hizo asiento: Y oid lo que pasaba en esto en Lima Que solo referirlo causa grima.

El malestar y la tristeza de Velázquez iban creciendo. En cuanto Antoñico ponía el pie en la tienda quedaba silencioso y sombrío que daba grima mirarle.

»Sin verme en ningún espejo, me veía yo en mi imaginación, y yo mismo me daba grima, no por lo criminal, sino por lo grotesco. Tan chiquituelo, tan feo, tan valetudinario y tan canijo; empleadillo de última clase... ¿qué derecho tenía yo a las grandes pasiones? Yo era un Otelo de sainete. »Iba conteniendo la respiración... de puntillas... lleno de miedo de que mi mujer despertase.

Como se ve por este ligero cuadro, si había en Lima oficio productivo era el de las lloronas. Pero vino la Patria con todo su cortejo de impiedades, y desde entonces da grima morirse; pues lleva uno al mudar de barrio la certidumbre de que no lo han de llorar en regla. A las lloronas las hemos reemplazado con algo peor si cabe..., con las necrologías de los periódicos.

Un libro mucho mas duro que un canto A JUSEPE DE VARGAS dió en las sienes, Causandole terror, grima y espanto. Gritó, y dixo á un soneto: , que vienes De satirica pluma disparado, Porqué el infame curso no detienes? Y qual perro con piedras irritado, Que dexa al que las tira, y va tras ellas, Qual si fueran la causa del pecado,

Ya no les basta introducir en sus libros contrabando francés, con gran detrimento de la riqueza nacional, sino que cuando por casualidad se nos emplea, trastornan nuestro sentido y nos hacen decir lo contrario de nuestra intención. Se nos desfigura de un modo que da grima y dolor.

Gautier, de P. de Saint-Victor, y ¿por qué no decirlo? del escritor italiano a quien tanto festéjase ahora en Buenos Aires: De Amicis. Es ante todo y sobre todo, estilista. Creo que hay mucho de eso en Cané, pero por cierto no es el sentimentalismo lo que campea en su libro, sino que hay mucha ¿demasiada? grima en juzgar lo que ve y hasta lo que hace. Cané lo confiesa en su carta.

A la poca luz que allí consigue penetrar puede verse la faz de ambos excesivamente roja, tan roja que parece imposible no brote la sangre de sus ojos encarnizados. La del barón ha llegado al límite de su fiera y espantable fealdad. Aquella cicatriz sangrienta que le surca el rostro se destaca ahora con todas sus rugosidades, tan áspera y negra que da grima verla.