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14 Y José les dijo: Eso es lo que os he dicho, afirmando que sois espías. 17 Y los juntó en la cárcel por tres días. 18 Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid. Yo temo a Dios. Y ellos lo hicieron así. He aquí también su sangre es requerida. 26 Y ellos pusieron su trigo sobre sus asnos, y se fueron de allí.

24 Edificaos ciudades para vuestros niños, y majadas para vuestras ovejas, y haced lo que ha salido de vuestra boca. 25 Y hablaron los hijos de Gad y los hijos de Rubén a Moisés, diciendo: Tus siervos harán como mi señor ha mandado. 26 Nuestros niños, nuestras mujeres, nuestros ganados, y todas nuestras bestias, estarán ahí en las ciudades de Galaad;

Si queréis informaros mejor, decidme dónde podremos vernos, pero entre tanto asegurad, os lo ruego, á esas dos personas, y haced de modo que no puedan hablar con nadie. Es cuanto tengo que deciros. Vuestra humilde servidora, doña Clara Soldevilla

9 Pregonad esto entre los gentiles, proclamad guerra, despertad a los valientes, lléguense, vengan todos los hombres de guerra. 10 Haced espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el flaco: Fuerte soy. 11 Juntaos y venid, gentiles todos de alrededor, y congregaos; haz venir allí, oh SE

El alcalde intervino paternalmente. Hombre, es demasiado dijo al patrón . Todo se lo llevan, y los carabineros se quejarán. Dejad al menos algunos bultos para justificar la aprehensión. Nuestro amo estaba conforme. Bueno; haced unos cuantos bultos con dos fardos de la peor picadura. Que se contenten con eso. Y se alejó hacia el pueblo, llevándose en el pecho toda la documentación de la barca.

Entrad dijo Dorotea al bufón ; haced que esa orden llegue, como os he dicho, á las manos de doña Clara, y luego buscad al cocinero mayor, y hacedle que vaya á verme. El bufón salió de la litera. ¡A casa! dijo la Dorotea. La litera se puso de nuevo en marcha. El bufón, después de meditar un momento en el vestíbulo, se entró resueltamente en la secretaría de Estado.

Quevedo, pisando lodos, atravesó con pena algunas calles, se detuvo en una, en la de Fuencarral, delante de una gran casa y se entró. Poco después, una doncella decía á la condesa de Lemos: ¡Don Francisco de Quevedo! Haced, señora, que me den tintero y papel dijo Quevedo entrando. Os lo daré yo dijo la condesa . ¿Pero qué es esto, amigo mío? dijo cuando quedaron solos.

Vuestras endechas protestarán por mucho tiempo contra la suerte de vuestra patria. Haced versos y poblad el rio de seres fantásticos, ya que las naves no vienen á turbar el terso espejo de sus aguas.

4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías que dice: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor, Haced derechas sus sendas. 6 y verá toda carne la Salud de Dios. 9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol pues que no hace buen fruto, es cortado, y echado en el fuego. 10 Y ellos le preguntaban, diciendo: ¿Pues qué haremos?

Esta la rechazó con violencia, diciendo: «Haced saber á vuestra soberana que yo no ofrezco por nadie, ¿lo entendeis?». Con el dinero y la respuesta volvió la mensajera á la reina, quien en alto grado sintió un desaire tan marcado; mas tratando de refrenar su enojo, se contentó con pagar aquel con otro mayor, que era el no ofrecerla la salida de la iglesia antes que á la real comitiva.