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Así, pues, no le preocupe la opinión de los demás: deje a un lado todo prejuicio, siga sus propias inclinaciones y ame usted a quien le ama. Gracias, señor Delaberge respondió ella, premiándole sus consejos con una mirada llena de ternura; tiene usted razón completa, y no escucharé sino la voz de mi corazón.

BERGANZA. Siempre, Cipión, te he tenido por discreto y por amigo, y ahora más que nunca, pues como amigo quieres decirme tus sucesos y saber los míos, y como discreto has repartido el tiempo, donde podamos manifestallos. CIPIÓN. Habla hasta que amanezca, o hasta que seamos sentidos; que yo te escucharé de muy buena gana, sin impedirte sino cuando viere ser necesario.

A lo cual respondería yo que este fin se conseguiría mucho mejor, sin comparación alguna, con las comedias buenas que con las no tales; porque, de haber oído la comedia artificiosa y bien ordenada, saldría el oyente alegre con las burlas, enseñado con las veras, admirado de los sucesos, discreto con las razones, advertido con los embustes, sagaz con los ejemplos, airado contra el vicio y enamorado de la virtud; que todos estos afectos ha de despertar la buena comedia en el ánimo del que la escuchare, por rústico y torpe que sea; y de toda imposibilidad es imposible dejar de alegrar y entretener, satisfacer y contentar, la comedia que todas estas partes tuviere mucho más que aquella que careciere dellas, como por la mayor parte carecen estas que de ordinario agora se representan.

Obdulia volvió a taparse el rostro con las manos y dijo entre sollozos: No es eso... Es otra cosa peor... Yo tengo un secreto, padre; un secreto que me pesa en el corazón hace tiempo y que me ahoga... El P. Gil quedó unos instantes suspenso, y dijo al fin: Si usted lo desea, iremos a la iglesia y la escucharé en confesión.

Capítulo LXVI. Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer

Convenido dijo riendo Amaury, pero ten mucho cuidado, porque te escucharé reloj en mano. Mira: señala en este momento las nueve y diez minutos. Felipe sacó también el suyo, comparó los dos cronómetros con cómica gravedad, que era habitual en él, y repuso: Tu reloj adelanta cinco minutos. O los atrasa el tuyo.

Pues señor dijo para el cocinero mayor, deteniéndose de repente , ello es preciso. Y luego dijo alto: ¡Luisa! ¿Qué quieres? contestó la joven. Tengo que hablarte á solas de un asunto muy importante. Púsose levemente pálida Luisa. Vete Inés, hija mía dijo á la niña. Inesita se levantó, miró con cuidado á su padre, y dijo para saliendo: Me quedaré tras de la puerta, y escucharé lo que hablen.

23 Quita de la multitud de tus cantares, que no escucharé las salmodias de tus instrumentos. 24 Antes corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo. 25 ¿Por ventura me ofrecisteis sacrificios y presente en el desierto en cuarenta años, casa de Israel? 26 Y ofrecisteis a Moloc vuestro rey, y a Quiún vuestros ídolos, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis.

¡Adriana! exclamó una de ellas, necesitamos una pareja más, vengan los dos. Ella se levantó, y con expresión seria: Tal vez en el fondo lo quiero muchísimo, Muñoz; escucharé todo lo que quiera decirme, pero ahora no podría dejar de bailar y divertirme, la tristeza me ahogaría. Y salió envuelta en el torbellino de las muchachas.

Hacéis mal, señor dijo el aya con voz dulce . Hablad; sea lo que fuere lo que tengáis que decirme, os escucharé con atención. Servíos tomar asiento. En efecto, así estaremos mejor prosiguió Mathys algo cohibido . Sentaos vos también, Marta. Parecéis estar inquieta. Teméis que la condesa nos sorprenda, ¿verdad? Estará ausente una hora por lo menos.