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Se comparó a los admirables anacoretas de la Tebaida, y tuvo por seguro que en los tiempos venideros su historia sería leída en hogares y refectorios para edificación de las almas. Las religiosas de Toledo habíanle puesto en el zurrón algunos libros de mística.

Este, que sus haberes nunca esconde, Pues siempre los reparte, ó los derrama, Ya sepa adonde, ó ya no sepa adonde: Este, á quien tiene tan en fil la fama, Puesta la alteza de su nombre claro, Que liberal y prodigo le llama: Quiso prodigo aqui, y alli no avaro, Primer mantenedor ser de un torneo, Que á fiestas sobrehumanas le comparo.

Al acercarse la hora indicada, tomó de la mano á Perla, su constante compañera, y partió en busca del Sr. Dimmesdale. El camino no era más que un sendero que se perdía en el misterio de una selva virgen, tan espesa que apenas podía entreverse el cielo al través de las copas de los árboles. Ester la comparó á la soledad y laberinto moral en que había estado ella vagando tanto tiempo.

El espíritu turbado abandona el palenque de la duda, y se refugia en los hechos que han precedido inmediatamente a la situación terrible. Espantose de no haber previsto lo que le pasaba, y comparo la serenidad de la mañana con el apuro y desasosiego de la tarde. ¡Qué lástima haber vivido aquel día!... ¡Qué lejos estaba de que iba a cometer barbaridad tan grande!

A pesar de esta pintura, todavía sería difícil reconocerlo entre la multitud, porque al fin no es sino un ejemplar de la grande edición hecha por la Providencia de la humanidad, y que yo comparo de buena gana con las que suelen hacer los autores; algunos ejemplares de regalo finos y bien empastados; el surtido todo igual, ordinario y a la rústica. Mi criado pertenece al surtido.

Cuando comparo hoy el rostro pálido, flaco y resignado que me llena el alma entera, con esa cara pícara, de mejillas llenas y sonrosadas, que a veces se me aparece, resplandeciente, desde el fondo de mi pequeña infancia, me cuesta trabajo concebir que hayan realmente pertenecido a una sola y misma persona.

Un vestido estrecho como una funda moldeaba la exuberancia de su formas. La falda, recogida y angosta en el remate de sus piernas, parecía el mango de una maza enorme. Sobre el verde marino del traje llevaba un tul blanco con lentejuelas plateadas, á modo de chal. El capitán, á pesar de su respeto por la sabia dama, la comparó á una nereida madre bien alimentada en las praderas oceánicas.

"Hoy, cuando él vino, se había puesto en una postura romántica, el codo en la rodilla y la cara apoyada en el dorso de la mano. Julio la comparó con "El Pensador" de Rodin. Ella se quedó callada. "¿Una pena de amor? "Peor que eso, Julio. Me ha pedido Lorenzo en matrimonio, y Zoraida no sabe qué contestar. "Lorenzo... Lorenzo... Julio quería recordar. Había oído ese nombre varias veces en la casa.

Yo le dije que si se las había visto él, y díjome que no había hecho tal por las órdenes que tenía, pero que iban en profecía los conceptos. Yo confieso la verdad, que aunque me holgaba de oírle, tuve miedo a tantos versos malos, y así, comencé a echar la plática a otras cosas. Decíale que veía liebres, y él saltaba: -Pues empezaré por uno donde la comparo a ese animal.

Pero la mente divina quiso formar la transición del hombre al bruto, y fabricó a Botín. Entre la palabra y el rebuzno, ¿qué hay? Un discurso de Botín. JOAQUÍN. ¡Bravísimo!... Vamos, cuando me comparo con él... Permíteme que me alabe en presencia de ese bárbaro egoísta. Yo vivo de lo ideal, yo sueño, yo deliro y acato la belleza pura, yo tengo arrobos platónicos.