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El imperio musulman que parecia exánime despues de la muerte de Almanzor ha recobrado nueva vida: una raza nueva le ha inoculado su sangre activa y poderosa, los almohades aspiran á regenerarlo en Andalucía, y todavía es la corte de los Abde-r-rahmanes reconocida por capital y centro del mahometismo en España. No ha llegado pues la época del vencimiento definitivo para Córdoba y su arte.

Pero el castellano irritado se apresta brioso á castigar el infame perjurio de Ben-Ganyah; muchos príncipes de la cristiandad, muchos condes y señores se le agrupan en torno: sus huestes cubren la campiña; el fragor de sus armas atruena la vecina sierra. El musulman por su parte llama en su auxilio á los fanáticos y furibundos Almohades. Capítulo cuarto. Panorama de Córdoba en su estado actual.

Adormecidos bajo el suave yugo de sus dominadores, iban ya casi olvidando su religion y su lengua materna : Alí, hijo de Juceph, que era á un mismo tiempo monarca en Africa y en Andalucía, los colmó de distinciones: les concedió armas, y les dió por capitan á otro cautivo, caballero catalan, que le habia fielmente servido en Africa ganándole muchas victorias contra los almohades.

Es el caso que el collar maravilloso de Híala estuvo antiguamente entre los tesoros de los Almohades, y mientras allí estuvo, por el prodigioso poder y virtud de tal joya, el imperio y la ventura de aquella dinastía fueron en aumento, no habiendo comenzado a eclipsarse su gloria hasta extinguirse, cual ya sabes, sino desde el punto en que por una aventura de amores, que no es del caso entretenerte ahora con ella, salió el collar de aquella familia, y vino a posesión de la tuya, que desde entonces comenzó a engrandecerse en la corriente de los años y con los favores de la fortuna.

Así lo refieren Ibn Sahibi-a-saláten su Historia de los almohades, Ibnu-l-khattib, y Conde. Gayangos en su apéndice D al tomo II de Al-Makkarí, refiere que estando Ben Ganyah en Jaen sitiado por el rey cristiano, aprisionó traidoramente á uno de sus condes encerrándolo en el castillo de Alcalá de Ben Zaid.

Los rabinos ilustres, los filósofos y los doctores musulmanes, arrojados de Andalucía por el fanatismo de los almohades, tuvieron franca acogida y lograron protección generosa en las cortes de los reyes de Aragón y Castilla. Así, las célebres escuelas de Lucena y de Córdoba vinieron á trasladarse á Barcelona y á Toledo.

Nos limitaremos á contraponerle las siguientes afirmaciones: Que durante toda la Edad Media la España cristiana fué el pueblo más tolerante de toda la cristiandad: Que cuando venían cruzados á ayudarnos en la Reconquista, era menester echarlos ó luchar contra ellos, para que no matasen ni robasen á todos los judíos y mahometanos, faltando á los pactos y á la fe jurada: Que la sabiduría muslímica y rabínica y sus filósofos y doctores, en vez de ser perseguidos por los monarcas cristianos de España, hallaron con frecuencia en sus cortes protección y refugio contra las fanáticas persecuciones, ya de algunos califas de Córdoba, ya de los almoravides y almohades, en la época de las tremendas invasiones africanas: Y en fin: que esa sabiduría se difundió y se dió á conocer en el resto de Europa por medio de los cristianos españoles, arzobispos, obispos y sacerdotes casi siempre, que tradujeron, comentaron y explicaron los textos arábigos y hebráicos.

La mezquita Aljama de Sevilla, de que hoy solo se conserva el altísimo alminar, llamado la Giralda, fué construida por los almohades. Nadie ignora que la derrota que sufrieron los almohades en la sangrienta batalla de las Navas de Tolosa ó Muradal, y con la cual lavó D. Alfonso IX la afrenta recibida en Alarcos, fué la que dió el golpe de muerte al imperio agareno en España.

Muy urgente era por cierto la victoria, porque los terribles almohades, en su fervoroso celo por el triunfo del Islam, á nada menos habian aspirado que á la completa estincion de la de Cristo en Andalucía, y así en Córdoba, Sevilla, Jaen y Murcia, no habia ya cristianos mas que entre los cautivos .

Y, por último, en la época de las dos primeras grandes invasiones africanas, la de los almoravides y la de los almohades, que en España prevalecieron y duraron, el elemento arábigo entró por muy poco. Los invasores y dominadores de España fueron africanos bárbaros, que no pudieron traer ni trajeron ningún principio civilizador á nuestra Península.