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En la contemplacion de esos misterios se han saboreado en todas épocas los hombres mas grandes: el genio que agitara sus alas sobre el Oriente, sobre la Grecia, sobre Roma, sobre las escuelas de los siglos medios, es el mismo que se cierne sobre la Europa moderna.

Acude á la prision, y en un instante Le sacan muy asido de su casa. Irala se ha hallado muy triunfante, Que cierne, hiñe, y masa aquesta masa, Y siendo el preso puesto en tal aprieto, Por caudillo de todos es electo. Comienza gobernando pues Irala Su negocio á entablar, y aficionaba A todos, y en mil cosas se señala, Y al pobre con mas veras ayudaba.

El primero es el alegre trino del ruiseñor, la exuberancia de vida de la verde hoja, el vivificador grito de ¡tierra! del náufrago marino; el segundo, el clamor de la solitaria tórtola que gime entre la floresta, la mustia hoja arrastrada por el cierzo, la blanca lona, que cual las alas de la gaviota, se cierne en los poéticos lagos.

Empecemos por el águila y otras aves de rapiña y carniceras que todos los señores de la tierra han elegido como emblema, poniéndoles á veces dos cabezas, como si quisieran ellos tener dos bocas para devorar. Es hermosa ciertamente el águila cuando se planta altanera sobre peñasco inaccesible á los hombres, y más magnífica todavía cuando se cierne tranquilamente en los aires, soberana del espacio.

Que el lector que nunca ha viajado imagine un lago en cuya superficie entera se cierne una inmensa falange de aves acuátiles de todos colores y dimensiones para nadar en la mas pintoresca confusion, y, prescindiendo del efecto que hacen los arbolajes, las velas y las humeantes chimeneas de los vapores, se tendrá una idea aproximativa del aspecto general del Támesis.

Muchas veces se cierne el ave de rapiña en regiones aun más altas, pero es para viajar de una á otra pendiente de la montaña ó para vigilar la extensión en lontananza y descubrir una presa.

«El pescador, á quien ha sorprendido la noche en medio del mar del Norte, ve una isla, un escollo, como la espalda de una montaña, que se cierne, enorme, sobre las olas. Allí echa el ancla, y la isla comienza á andar y le arrastra. Error muy natural, que engañó al experto Dumont d'Urville.

Así, mientras los musulmanes se defienden desesperadamente en la ciudad alta molestando á los cristianos con hondas, flechas, dardos y catapultas, mientras la corte de los califas lanza su postrer grito de agonía entre el clamoroso estruendo de los lelilís, tambores, bocinas y clarines, el amir Aben Hud, último vástago de una gloriosa dinastía , va á encontrar la muerte en manos de un correligionario traidor, y el hijo santo de Berenguela va á sentar sus reales en el campo de Alcolea como águila que se cierne sobre la presa.

La Grecia echa por tierra el ara de aquellos sacrificios, remueve las arenas y las momias del Asia, cierne las cenizas del fuego pasado, coloca en la urna de su genio el polvo del arte, lo amasa á su modo, lo compone, lo crea, y quema todo lo demás en nombre de su hermoso y brillante ídolo.

Esas cuatro entidades se agitan, se atacan, se estropean y golpean conjuntamente, formando los tres primeros individuos un alboroto infernal, y levantando las ocho ó diez mulas bravías que les están asociadas una nube de coces y de polvo, dentro de la cual se cierne una lluvia de latigazos y garrotazos.