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Entre las numerosas imágenes que adornaban su cuarto, la viejecita reverenciaba muy en particular un san Antonio de talla, recuerdo de mi tía y muy milagroso, según fama, pues no había objeto perdido que no pareciese en cuanto le encendían una candela. El santo, obra de un artista ingenuo, habitaba en una urna de hojalata con portezuela de vidrio.

¿Qué me dice ahora del monólogo estéril y sublime de esta musa, que despues de obrar tantos prodijios, vuelca su urna y derrama de su seno cuatro idiomas inmortalizados por la poesía, y que han sido por espacio de cuatro siglos, los agentes poderosos de la civilizacion moderna?

Allí iba la Regenta, a la derecha de Vinagre, un paso más adelante, a los pies de la Virgen enlutada, detrás de la urna de Jesús muerto. También Ana parecía de madera pintada; su palidez era como un barniz. Sus ojos no veían. A cada paso creía caer sin sentido.

Al entrar la noche trajeron el cadáver en medio de la plaza, donde dándole sus amigos y parientes los últimos abrazos, le pusieron sobre un haz de leña, dispuesto en forma de pira; luego le pegaron fuego y redujeron el cadáver á cenizas, que recogidas con infinitas ceremonias y llantos, las depositaron en una urna de barro.

Sobre un estanque de material de más de trece varas de largo y cinco de ancho y una de alto, hay una estátua de marmol pario de una mujer desnuda de cinco cuartas y media de alto que tiene una urna en la mano derecha por donde echa el agua al estanque.

Fué a Pluviosilla a traer muchas cosas para la Semana Santa: cera, ornamentos, y una urna lindísima que será estrenada el jueves. Vamos a tener unos días de mucho trabajo. Figúrate que aquí no se cuenta con nadie para eso de arreglar el altar, y yo tengo que hacerlo todo. He preparado cosas muy bonitas: cortinas, ramilletes, moños, y otras mil chucherías, todo nuevo.

Héla ahí, bella y desnuda, sonriendo á la vida, fresca como la onda en la que su pie se baña; es joven y no envejecerá jamás; aunque las generaciones pasen rápidas ante ella, sus formas serán siempre igualmente suaves, su mirada igualmente pura, y el agua que se extiende como perlas en su urna encantada, brillará siempre al sol con iguales resplandores. ¡Qué importa que la ninfa inocente, desconocedora de las miserias de la vida, no tenga en su cabeza un torbellino de ideas!

Se sabe que después de la heroica expedición de Santiago contra la tartana que sólo tenía un inocente buey por todo defensor, se sabe que, vuelto a bordo, el digno teniente de la Urna de San José, había decidido al capitán Massareo a destruir la embarcación, esperando así borrar las trazas de su mentira. Su voz agria y chillona lo dominaba todo a bordo de la escampavía.

Le ruego, mamá, que no proteste usted. No se desobedece a los enfermos. ¿Verdad, doctor? Señorita respondió tendiéndole la mano , es usted una santa. ; me esperan allá arriba; mi urna está dispuesta para recibirme. Rogaré a Dios por usted, mi digno amigo, ya que usted no lo hace. Al hablar así su voz tenía algo de alado, de aéreo, de sobrenatural, como la serenidad del cielo.

Alzóse hasta las cumbres Del alto Chimborazo, Y allí con fuerte brazo Tu corazon clavó; Y cual en noble túmulo Brilla la urna de oro, La urna de nuestro lloro Allí vierte esplendor. Torrente de dolores Por Dios atesorado, Cual dictamo sagrado Que destiló el amor! ¡Oh corazon que fuiste El cáliz de amarguras, A las espadas duras el templo del honor!