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Los labios amoratados, con profundas grietas, se movían quejumbrosos, murmurando siempre la misma palabra: ¡Perdón...!, ¡perdón! A la vista de aquella ruina, el padre sintió que se venía abajo su coraje. Sus ojos expresaron una tristeza inmensa, anonadadora. Retrocedió de espaldas hasta la puerta de la habitación seguido por la joven, que avanzaba de rodillas tendiéndole las manos.

El júbilo ahogado que revelaba su voz hizo pasar en mis venas una sensación de calor y de bienestar. Creí por un instante que iba a echarme a su cuello y a llorar sobre su hombro para aliviar mi corazón, pero guardé mi reserva: ¿No me esperabais? pregunté, tendiéndole maquinalmente la mano.

Para usted es una vileza lo que para sería un acto noble y generoso, propio de un imitador de Cristo. No nos entendemos en lo que se refiere a lo que es dignidad o indignidad... Lo siento por usted, padre repuso el mayorazgo, tendiéndole la mano. Y yo por usted, D. Álvaro. Buenas noches.

Hable, Judit; hable por favor exclamó el pobre joven. Pero la desgraciada no podía: los sollozos ahogaban su voz. Arturo cayó de rodillas. Ella no pronunció una palabra, pero lloraba, y el joven creyó que aquellas lágrimas eran su mejor justificación. ¿Me ama usted, pues, aún?... ¿No ama a nadie más que a ?... repuso ella, tendiéndole una mano.

Era enorme y de hermosa estampa, pero corría por el centro de la plaza, mirando con extrañeza a la ruidosa muchedumbre de los tendidos, asustado de las voces y silbidos con que pretendían excitarle y huyendo de su propia sombra, como si adivinara toda clase de asechanzas. Los peones corrían tendiéndole la capa.

Y ¿qué males han llovido sobre usted porque quiso ser bueno y cumplir con su deber? Señor Isagani, dijo el dominico, tendiéndole la mano; aunque parezca que de esta conversacion nada práctico resulta, sin embargo algo se ha ganado; hablaré á mis hermanos de lo que usted me ha dicho y espero que algo se podrá hacer. Solo temo que no crean en su existencia de usted...

¿Me permite usted que vuelva?... Entonces, márchome enteramente feliz. Creyó conveniente no prolongar más su visita y se dispuso a despedirse. ¡Hasta bien pronto! le dijo ella tendiéndole con amable vivacidad su mano. Hasta mañana, si quiere usted. , venga usted mañana: tal vez... tal vez tenga un consejo que pedirle.

Cuando éste se presentó, la dama se hallaba instalada en el sofá charlando con el desembarazo de una amiga que el día anterior les hubiese visitado. Conste que esta visita no es para usted le dijo sonriendo y tendiéndole su mano enguantada. No me atrevería yo a imaginarlo, señora replicó él apretándosela tímidamente. ¡Por si acaso!

Cierto carraspeo conocido atrajo a Febrer, y le hizo asomarse a lo alto de la escalera. Un hombre envuelto en un mantón estaba en los primeros peldaños. Era Pep. El sopar dijo brevemente, tendiéndole una cesta. Jaime la tomó. Notábase en el payés un deseo de no hablar, y él, por su parte, sintió cierto miedo de que rompiese su laconismo. ¡Bona nit!

Cállate dijo Marcos con acritud ; Hullin las compra, y su palabra basta. Después, tendiéndole la ancha mano de un modo afectuoso, añadió: Juan Claudio, aquí está mi mano; la pólvora y el plomo son tuyos; pero quiero gastar la parte que me corresponde, ¿comprendes? , Marcos; pienso pagarte en seguida. Pagará dijo Haxe Baizel , ¿lo oyes? ¡Bah! ¡No soy sordo!