United States or Venezuela ? Vote for the TOP Country of the Week !


El arma cayó sobre el reptil con fuerza irresistible, cortándole el cuerpo a unos siete pies de la cola. Herido de muerte, aflojó al instante los anillos, y soltó al chino, para arremeter, mutilado y chorreando sangre como estaba, con aquel nuevo enemigo, dando silbidos de cólera. Pero Van-Stael no era hombre asustadizo.

Cuando se fatigaba de cantar silbaba, y todos los del cortejo, contagiados por su alegría, intentaban imitarle. Las muchachas de la escolta, no menos regocijadas y enardecidas por la excursión, acompañaban el canto del gigante golpeando sus casquetes con sus espadas. Las aviadoras de larga pluma coreaban la canción ó los silbidos desde sus máquinas aéreas, que flotaban muy cerca de Gillespie.

Retumbaban sin cesar los truenos entre los silbidos del viento y los mugidos de las olas. La chalupa, verdadera cáscara de nuez, perdida en aquel golfo, más vasto que algunos mares, sufría espantosas sacudidas.

Un toro colorado se precipitó en la arena y fue saludado por una explosión universal de gritos, de silbidos, de injurios y de elogios.

Le pareció oir gritos en alemán, trotes de caballos, un rumor lejano de redobles y silbidos semejante al que producían los batallones invasores con sus pífanos y sus tambores planos... Luego perdió por completo, la sensación de lo que le rodeaba.

La lluvia de otoño azota los vidrios de las ventanas, y el viento produce al chocar con las ramas de los plátanos intermitentes y melancólicos silbidos. Me encuentro en una habitación grande, pero casi desamueblada.

El mar gruñía; sonaban estridentes silbidos de los pajarracos de la noche; las gaviotas se quejaban con un lamento de niños martirizados. ¿Qué harían a aquellas horas sus amigos?... ¿Qué dirían en los cafés del Borne?... ¿Quién de ellos estaría en el Casino?... Por la mañana estos recuerdos le hacían sonreír con gesto lastimero.

El, cada vez más atrevido, tomó otras banderillas y las clavó, desoyendo las protestas de la gente, que temía por su vida. Luego repitió la suerte por tercera vez, siempre con torpeza, pero con tal arrojo, que lo que en otro hubiese provocado silbidos fue acogido con grandes explosiones admirativas. ¡Qué hombre! ¡Cómo ayudaba la suerte a aquel atrevido!...

No, aquel humo no era de incienso, subía a lo alto, pero no iba al cielo; aquellos silbidos de las máquinas le parecían burlescos, silbidos de sátira, silbidos de látigo. Hasta aquellas chimeneas delgadas, largas, como monumentos de una idolatría, parecían parodias de las agujas de las iglesias....

Cada una de ellas ve, o cree adivinar, dos, tres, diez adoradores más o menos conocidos. ¡Cuánto disfrutan mientras permanece levantado el telón! Se consideran hermosas, están ataviadas ricamente, ven todos los gemelos fijos en sus personas, sienten la admiración que producen y no tienen que temer los silbidos ni la crítica.