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Los canónigos... no lo . En cuanto a los profesores, su deber es ponerse al corriente de todo lo que puede ser útil al cumplimiento de su misión y... Señor cura dijo en tono lastimero la de Dumais, perdone usted a Francisca. No hay nada en todo esto que necesite perdón.

Entonces notó que la sagrada forma no sólo tenía ya ojos profundos tan luminosos como el cielo, sino también voz, una voz que la tarasca oyó resonar en su oído con lastimero son.

Este último gemido del niño es, sin embargo, el único suplicio que martiriza a Santos Pérez. Después, huyendo de las partidas que lo persiguen, oculto entre las breñas de las rocas o en los bosques enmarañados, el viento le trae al oído el gemido lastimero del niño.

Y la otra, dándole palmaditas cariñosas y remedando su mismo tono lastimero, añadió en son de burla: Pues mi nombre, mi nombre es justamente lo que no doy... Díselo así a tu marido. La de Butrón dejó caer ambas manos abatida y dijo con voz acongojada, imperceptible casi: ¡Dios mío!... ¿Y cómo le digo yo eso?...

Contemplaba vagamente los bosques, por encima de los cuales flotaban jirones de bruma y entre cuyos árboles los pájaros lanzaban aquel grito lastimero que anuncia los días lluviosos. En cada uno de los árboles del camino le parecía ver desfilar una a una sus ilusiones de otros tiempos.

En medio de la violencia de su agitacion, dexó que su amigo Cador columbrara su secreto, como uno que habiendo largo tiempo aguantado las punzadas de un vehemente dolor, descubre al fin su dolencia por un grito lastimero que vencido de sus tormentos levanta, y por el sudor frio que por su semblante corre.

Salió al mundo de las letras por la "puerta grande", al obtener el primer premio en un concurso de cuentos para plumas femeninas . Cuatro años después mereció igual galardón en certamen organizado por la "Casa de España", de Manila, Dirigió la Sección femenina de "La Vanguardia", de la misma ciudad. Hace poco más de un año mora en la Península. Ha lanzado la paloma su quejido lastimero.

O por haberse comprometido en conjuraciones y pronunciamientos, o sin necesidad y sólo para contraer méritos y darse tono, gemía en la emigración. Verdad es que no era muy lastimero el gemido, porque cuando los suyos estuvieron en el poder, le habían enviado a Cuba de vista de una Aduana o no bien con qué otro empleo en Hacienda.

La historia de la Severa Villafañe es un romance lastimero, es un cuento de hadas en que la más hermosa princesa de sus tiempos anda errante y fugitiva, disfrazada de pastora unas veces, mendigando un asilo y un pedazo de pan otras, para escapar a las asechanzas de algún gigante espantoso, de algún sanguinario Barba Azul.

El mar gruñía; sonaban estridentes silbidos de los pajarracos de la noche; las gaviotas se quejaban con un lamento de niños martirizados. ¿Qué harían a aquellas horas sus amigos?... ¿Qué dirían en los cafés del Borne?... ¿Quién de ellos estaría en el Casino?... Por la mañana estos recuerdos le hacían sonreír con gesto lastimero.