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En el centro de cada mesa depositaba el sirviente un monumento de pan ordinario, y delante de cada persona, vieja ó jóven, masculina ó femenina, un enorme jarro de peltre con su tapa adherida, lleno de cerveza, el licor nacional, no obstante la abundancia de vinos en el sur, el centro y el occidente de Alemania.

Y los cantantes atravesaban tarareando, y las sílfides, arrastrando un poco el pie, pasaban cojeando, y, de minuto en minuto, una sombra femenina, negra, parda o marrón, deslizábase entre los escasos mecheros de gas, desconocida para todos, excepto para los ojos del amor. Las parejas se reconocen, se abordan y se marchan sin despedirse de los otros.

La prosperidad del campamento hizo entrar un deseo de mayores adelantos; para la primavera siguiente se propuso edificar una fonda e invitar a una o dos familias decentes para que allí residiesen, quizá para que la sociedad femenina pudiese reportar algún provecho al niño.

Quizá fuera el traje de corte de alguna dama de las que acompañaron a María Luisa de Saboya cuando vino a desposarse con Felipe V. La señá Rafaela tenía la costumbre de ponerse las antigüedades de indumentaria femenina que venían a parar a su tienda. Era a la vez un prospecto y un goce para ella.

El distintivo culminante en la taga-bayan, es el orgullo con que llevan y mantienen su jerarquía. Una intrusión de una dalaga de segunda, ó tercera clase, en las fronteras de la sangre celeste, produciría una verdadera revolución femenina.

Una vez allí, el silbato del condenado resonó de nuevo, pero en dos veces distintas, con modificaciones singulares. Bien pronto se oyó el ruido de unos remos que batían el agua acompasadamente, y se vio salir de detrás de un grupo de rocas una tartana semejante en un todo a la del gitano. En ella iba el joven de cara femenina e imberbe que tanto había asombrado al barbero Flores.

El doctor vio a Maltrana con aspecto más miserable aún: parecía un pordiosero, sucio, roto, entregado a su abandono, sin el auxilio de una mano femenina que le adecentase. Nogueras tenía prisa. Había estado dos días fuera de Madrid por un asunto profesional, y le esperaban en la Facultad. Una mala noticia, Isidro. Aquella muchacha ya no vive.

Currita, impulsada por el repostero de Butrón, llegaba a las columnas de Hércules de la celebridad femenina. ¡Magnífico! exclamó tomando uno la duquesa de Bara . El pensamiento es oportuno... Curra simbolizada por un sorbete... No se puede dar imagen más completa de su frescura. ¿No es verdad, Diógenes?... Diógenes acudió, arrastrando los pies, y se dejó caer en una silla. Estoy malo dijo.

A unos cinco pasos próximamente del seto aparece una figura femenina, de talle esbelto y formas juveniles, que, encorvada hacia la tierra, trabaja con ardor. ¿Quién será? ¿Pertenecerá al molino? Una nueva criada quizás.

Entre las operarias, alineadas a un lado y a otro, había sin duda algunos rostros jóvenes y lindos; pero así como en una menestra se destaca la legumbre que más abunda, en tan enorme ensalada femenina no se distinguían al pronto sino greñas incultas, rostros arados por la vejez o curtidos por el trabajo, manos nudosas como ramas de árbol seco.