United States or Egypt ? Vote for the TOP Country of the Week !


Curra nada sabía, ni parecía tampoco querer averiguarlo, y aconsejaba mientras tanto a Leopoldina que fuera en aquel entreacto a visitar a Carmen Tagle en su platea, desde donde podían perfectamente descubrirse las incógnitas o incógnita del palco de arriba.

Currita, impulsada por el repostero de Butrón, llegaba a las columnas de Hércules de la celebridad femenina. ¡Magnífico! exclamó tomando uno la duquesa de Bara . El pensamiento es oportuno... Curra simbolizada por un sorbete... No se puede dar imagen más completa de su frescura. ¿No es verdad, Diógenes?... Diógenes acudió, arrastrando los pies, y se dejó caer en una silla. Estoy malo dijo.

El foyer estaba aún desierto, y los lacayos, zambullendo las encarnadas narices en sus inmensos cuellos de pieles, comenzaban a asomar ya, para avisar a los señores la llegada de los coches. Antojósele entonces a Currita sentarse en un diván, para esperar la salida de la gente. Angustióse Villamelón. ¡Pero, hija mía, por Dios!... ¡Si esto está helado, Curra!...

Tocóle la vez de enfurecerse a Isabel Mazacán, y mientras el viejo Butrón disimulaba un repentino sobresalto, como si juzgase aquel nombramiento cosa de grave peligro, dijo ella muy contrariada por el fiasco de su noticia: Pues, señor, ¡me pasmo de su pasmo de ustedes!... ¿A qué viene ese espanto?... ¿Acaso Curra ha tenido alguna vez vergüenza?

Ofendióse la altivez de Jacobo con los aires protectores del héroe del combate navo-terrestre de Cabo Negro, y quiso declinar fríamente la honra del convite; mas Villamelón le atajó la palabra, diciendo: ¡Nada, nada, nada! ¿Me entiendes?... No admito excusas, Benito; y Curra se ofendería de muerte. ¿Sabes?... Tiene debilidad por la familia, y lo que es por ti, delira.

La baronesa viuda de Platavieja le cortó la frase, entrando en la sala seguida de sus seis hijas, amables retoños que en unión de la madre formaban en cantidad y calidad la suma de los pecados capitales, nombre por el cual se las conocía en la corte... Madre e hijas venían también presurosas e indignadas a protestar delante de la pobre Curra, y la señora baronesa aseguro coram populo que lo que había hecho la Villasis aquella noche era ni más ni menos que un timo...

Curra Albornoz dijo. Lo enorme de la afirmación destruyó su efecto. Un «¡bahgeneral de incredulidad brotó de todos los labios, y la duquesa se hundió de nuevo en las profundidades de su chaise-longue, exclamando: ¡Eso es una canard! ¡, señor!... ¡Un camelo! añadió Gorito muy indignado.

Quedó la capilla solitaria, y una religiosa lega, que se deslizaba como una sombra, apagó las luces una a una, sin que la condesa de Albornoz se moviese de su sitio ni diese muestras de vida. Unos brazos la rodearon al fin en aquella soledad de que sólo Dios era testigo, y una voz muy conmovida le dijo muy bajo: Curra, hija mía... Abajo tengo mi coche... ¿Quieres que te lleve?...

Pero hija, Curra, ¿sabes?... Que abran esa ventana; si huele aquí a chamusquina, a cuerno quemado... Pues nada, hombre; un pincel viejo que tiré en la chimenea... Vamos, dejemos ya eso. ¿Has visto a Lilí?... Villamelón dio una gran palmada. ¡Mujer!... Se me olvidó... ¿Pues no te dije que fueras a verla? gritó Currita muy colérica. Pues, nada, hija, se me olvidó... ¿Qué vamos a hacerle?...

Jacobo hizo una pausa, algo cortado; y Curra, con su voz más dulce, le preguntó: ¿Cómo? Alentado por la blandura de Curra, Jacobo precisó sus consejos: Tal vez convendría que usted evitara ciertos afeites y tinturas... Sus trajes son quizás demasiado elegantes... Entre sus amigas hay un grupo de damas con quienes no debiera juntarse tan a menudo... ¡Y ese tontuelo de Paco!