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La última tertuliana que se quedaba, la que secreteaba más tiempo y más íntimamente con Sabel, era la vieja de las greñas de estopa, entrevista por Julián la noche de su llegada a los Pazos.

Es un grupo de mujeres que huelen a marinada, con los ojos encendidos y las greñas flojas, con los vestidos húmedos, pardos, de una tristeza salobre, restos de otros lutos. El Señor Don Juan Manuel dispuso que se diese a cada viuda una carga de maíz. ¡Fué la sola cosa que habló! ¡Vamos allá! ¡Dios te lo premiará, mi hija! Una antesala en la casona.

Bonifacio vio dos actos de La Extranjera la noche del estreno, y con un supremo esfuerzo de la voluntad se arrancó de las garras de la tentación y volvió al lado de su esposa, de su Emma, que, amarillenta y desencajada y toda la cabeza en greñas, daba gritos en su alcoba porque su esposo la abandonaba, acudiendo tarde, muy tarde, media hora después de la señalada, a darle unas friegas sin las cuales pensaba ella que se moría en pocos minutos.

Entonces la contrariada mujer, mordiéndose los labios de coraje, fijó maquinalmente su airada vista en los tres hijos que estaban á su lado, y dió un sopapo á cada uno. ¡Largo de aquí! les dijo con furor; y si queréis comer, dir á ganarlo. Después, excitada por la pelea y aturdida con el aguardiente que había bebido, se tendió en el suelo, mordiendo el polvo y mesándose las greñas.

En la otra buhardilla habita solo otro marinero, sesentón, de complexión hercúlea, y un tanto encorvado por los años y las borrascas del mar. Usa un gorro colorado en la cabeza y un vestido casi igual al de su vecino el Tuerto. Tiene las greñas, las patillas y las cejas canas. No de cierto cómo tiene la cara, porque es hombre que la da raras veces, y no he podido vérsela á mi gusto.

Salimos al alegre y hermoso boulevar de los Italianos. ¡Greñas de Sanson! Las fotografías inundan este pueblo, como la langosta inunda los campos. Retratos para medallones, para sortijas, para guardapelos, para tarjetas, para cartas, para todo.

Pero uno de ellos, que sin duda tenía instintos de caballero, se quitó de la cabeza un andrajo que hacía el papel de gorra y les preguntó que a quién buscaban. «¿Eres del señor de Ido?». El rapaz respondió que no, y al punto destacose del grupo la niña de las zancas largas, de las greñas sueltas y de los zapatos de orillo, apartando a manotadas a todos los demás muchachos que se enracimaban ya en derredor de las señoras.

Sin duda los sorprendió allí el temporal de nieve, desde que comenzó, y perecieron de hambre y de frío... por decreto de Dios que conocía sus malas intenciones. Era el uno un peine que se titulaba ingeniero y decía andar en busca de una mina de oro, meses hacía ya, con su vestido harapiento, sus greñas y su barba silvestre y su costurón en la cara, que le partía un ojo y la mitad de la nariz.

A tiempo que la comitiva entraba en la cocina, hallábase acurrucada junto al pote una vieja, que sólo pudo Julián Álvarez distinguir un instante con greñas blancas y rudas como cerro que le caían sobre los ojos, y cara rojiza al reflejo del fuego , pues no bien advirtió que venía gente, levantóse más aprisa de lo que permitían sus años, y murmurando en voz quejumbrosa y humilde: «Buenas nochiñas nos Dios», se desvaneció como una sombra, sin que nadie pudiese notar por dónde.

Halló todo en el mismo estado; el barbero, muy ocupado en descañonar a un sargento, la saludó jovialmente; a la puerta de su casa divisó a la señora Porreta tomando el fresco, o el sol, que ambas cosas faltaban dentro del tugurio de la comadrona, la cual hacía extraña y risible figura sentada en una silleta baja, y muy esparrancada; sus pies, calzados con zapatillas de orillo, miraban uno a Poniente y otro a Levante; tenía caídas las medias, por deficiencia de ligas sin duda; en el formidable hueco del regazo descansaban sus manos, y mientras una chiquilla encanijada, nieta suya, le peinaba las canas greñas y le hacía dos chichos tamaños como bellotas, la insigne matrona no perdía el tiempo, y calcetaba con diligencia manejando las metálicas agujas, que despedían vivos fulgores.