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Las mujeres defendían allí las últimas trincheras. Poco tiempo antes del día en que De Pas meditaba así, varias ciudadanas del barrio de obreros habían querido matar a pedradas a un forastero que se titulaba pastor protestante; pero estos excesos, estos paroxismos de la fe moribunda más entristecían que animaban al Magistral.

No se me había ocurrido aún que pudiera casarme con él, pero pensaba con gusto en que podía ser la dama por la cual ese caballero descendía a la arena. ¡Y si supiera qué placer de otro género, no experimentado aún, sentí cuando me envió aquella tarjeta en que se titulaba en broma: Proveedor de Su Gracia la Marquesita Florencia.

Revivió en la memoria de los dos españoles la tragedia de su descubrimiento. Pocos años después de la muerte de Colón, ya navegaban por estas latitudes los navíos españoles buscando un estrecho para pasar al otro Océano, al llamado mar del Sur, descubierto por Balboa. Deseaban llegar a las espaldas de Castilla del Oro, que así se titulaba entonces la parte conocida de la América Central.

Entonces compuso sus comedias «Los dos ciegos» y «El bosque», que más tarde había de representarse en el teatro Odeón; y poco después, hallándose en Córcega, publicó un libro autobiográfico, esmaltado de graciosos paisajes de alma, que titulaba «El primer día del año de un vagabundo», y le valió de Víctor Hugo un billete de cien francos y una carta que empezaba así: «Su libro me ha recreado y conmovido.

Dos soldados de la Guardia Civil que tenían por letrero, civiles, estaban colocados detrás de un hombre, maniatado con fuertes cuerdas y la cara tapada con el sombrero: se titulaba el Pais del Abaká y parecía que le iban á afusilar. A muchos de nuestros visitantes no les gustaba la exposicion.

El primer drama que estrenó se titulaba «La Taberna», y fué estrepitosamente silbado por los estudiantes, enemigos del segundo Imperio: todo contribuyó al fracaso de la obra; hasta la circunstancia de apagarse el gas cuando comenzaba la escena más interesante... A pesar de lo ocurrido con «La Taberna» en el teatro Odeón, Carlos Desnoyers aceptó «Flor de Liana» para el Ambigú; pero Desnoyers fallecía poco después, y su sucesor perdió el manuscrito.

Confirmole esta idea el hecho de no hallar, en los periódicos de Buenos-Aires, ni la más remota referencia a ningún capitán Pérez... Profundamente indignado contra el redactor de La Mañana, que tantas veces le ridiculizara y burlase, publicó en su periódico un suelto terrible destinado a desmentir la atroz imputación. Se titulaba «El honor y la calumnia» y se subtitulaba «Un Dreyfus argentino».

Don Jerónimo dio una inmensa, infernal chupada al cigarro en testimonio de desagrado, y prosiguió sin hacer caso: Por entonces empezaron los ensayos del drama de Inocencio, que se titulaba, si mal no recuerdo Subir bajando;... callen ustedes, me parece que era al revés; Bajar subiendo... En fin, de todos modos, era un gerundio y un infinitivo.

El conserje del Caballista, andaba como loco buscando la llave de lo que pomposamente se titulaba biblioteca en los estatutos de la sociedad: un armario oculto en el rincón más oscuro de la casa, menguado como alacena de pobre, mostrando al través de sus cristales empolvados y telarañosos, unas cuantas docenas de libros, que nadie había abierto.

Saludó sin detener el paso, con una reverencia que juzgaba graciosa, «la reverencia de peluca blanca y tacones rojos», según el la titulaba, y vio por un instante unos ojos irónicos y una boca bermeja que contestaban a su saludo. Otro que fuese inmodesto siguió murmurando Maltrana llegaría a tener sus pretensiones sobre esta señora.