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Bonifacio vio dos actos de La Extranjera la noche del estreno, y con un supremo esfuerzo de la voluntad se arrancó de las garras de la tentación y volvió al lado de su esposa, de su Emma, que, amarillenta y desencajada y toda la cabeza en greñas, daba gritos en su alcoba porque su esposo la abandonaba, acudiendo tarde, muy tarde, media hora después de la señalada, a darle unas friegas sin las cuales pensaba ella que se moría en pocos minutos.

Al mismo tiempo retrocedió con malicia por el pasillo, dejando avanzar a la exasperada Frasquita, que al fin penetró en el gabinete, desencajada y colérica. Era alta, flaca, barbipeluda, huesosa, sin pecho, recta de caderas; la figura espantable, los ademanes ridículamente trágicos.

Corrió D. Juan al gabinete y la halló desencajada; lívida, por los esfuerzos que unas violentísimas náuseas la obligaban a hacer. ¡Pronto! ¡A buscar el médico! gritó el pobre padre. Fernanda hizo un gesto negativo y articuló débilmente: No, que llamen al penitenciario. No hizo caso.

Aquel amor, tan nuevo para él, causábale una exaltación sombría y huraña, con lo que parecía divertirse la señora de Maurescamp. El señor de Maurescamp continuaba no viendo nada. Sin embargo, por una u otra razón, parecía preocupado, menos expansivo, menos bullicioso y preponderante que de costumbre, y hasta triste. Su fisonomía encendida, poníase pálida y desencajada.

Sintió la Comadreja que el brazo de Amparo temblaba, y la miró, y le halló desencajada la faz. no estás bien, chica... ¿qué tienes? ¿Te da algo por la cabeza? Suéltame contestó con voz opaca la Tribuna . A donde voy no me hace falta compañía. ¡María Santísima!, ¿a dónde vas, mujer?, ¿qué es esto? ¡Que a dónde voy! Pues a apedrearles la casa, para que lo sepas.

La luz y los ruidos llegan por sacudidas, y las esquilas de los rebaños, oídas repentinamente y olvidadas después, perdiéndose entre el viento, suenan de nuevo bajo la puerta desencajada, con el hechizo de un estribillo de canción... La hora exquisita es el crepúsculo, un poco antes del regreso de los cazadores. Entonces el viento está tranquilo. Salgo un instante.

Emma, pálida, desencajada, desgreñada, con diez años, de los que había sabido quitarse de encima, otra vez sobre las fatigadas facciones, abrió los ojos, y lo primero que hizo con ellos fue lanzar un rayo de odio y otro de espanto sobre el atribulado esposo. ¿Qué ha sido, hija mía, qué ha sido?

María, con un libro devoto en la mano, leía a su madre las oraciones que suelen decirse antes de la comunión. Marta estaba arrimada a la pared, lívida, desencajada, mirando la augusta ceremonia cual si tuviese delante alguna terrible visión. Una de las mujeres que penetraron en el cuarto le alargó un hacha encendida y ella la tomó sin saber lo que hacía.

Una leyenda antigua nos hizo preguntar con interes por el de los condes de Cabra: esperábamos hallar en él algo de sombrío, de misterioso, de siniestro; mas nada, absolutamente nada vimos que pudiera traer á la memoria el horror de aquella noche en que ciego de cólera uno de los condes por la infidelidad de su esposa, pasó de una sola estocada á los adúlteros, mató á criados, pages, escuderos, doncellas, amas, y al fin hasta el negro que le acompañaba . No solo no es ya posible distinguir en él la pálida y desencajada sombra del marido; no solo no es ya posible percibir el lastimoso eco de las víctimas; su fachada, sus patios, sus salones parecen estar encargados de desmentir á los que le han hecho teatro de tan espantosa escena.

La tempestad seguía rugiendo: Höel y Corentino gemían aterrados, y Dinorah, la pobre loca, desencajada, con el cabello flotante y el rostro iluminado por la luz de los relámpagos, desafiaba la furia de los elementos, dominando con su voz pura y vibrante los roncos estampidos del trueno y los estridentes alaridos del viento, que encubrieron también estas breves palabras deslizadas por Butrón al oído de Currita: Llegó la hora... ¡Concha está con nosotros!...