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Y señalaba un papel manuscrito fijo en la puerta de su tugurio, á semejanza de los carteles impresos que figuraban en todos los establecimientos de París para indicar que patronos y dependientes habían obedecido la orden de movilización. Nunca se le había ocurrido á Desnoyers que su carpintero pudiera convertirse en soldado. Era rebelde á toda imposición de autoridad.

Los dos inválidos de la lucha con la tierra no encontraban otra satisfacción en su miseria que el excelente carácter de Rafael. Como dos perros viejos, a los que se reserva por lástima un poco de pitanza, esperaban la hora de la muerte en su tugurio junto al portalón del cortijo. Sólo la bondad del nuevo aperador hacía llevadera su suerte.

Para hacer carrera, hay que ser prudente. La vida no es un juego; no hay que soñar, joven amigo. Maltrana volvió desesperado a su tugurio de las Cambroneras. Entraba todos los días en Madrid persiguiendo una esperanza, pero ésta revoloteaba ante él sin dejarse alcanzar.

Más de una noche, el pobre conquistador, al volver a su tugurio, hubo de tirar de espada contra gentes que le esperaban para matarlo. Así acabó, obscuramente dijo Ojeda , el primero y más infortunado de los héroes de la conquista. Su muerte quedó en el misterio.

Mis reiteradas instancias no hicieron desistir a Bringas de su propósito de desalojar la casa. Su señora, que entró en mi despacho a darme gracias el día mismo de la mudanza, díjome que habían tomado una casa muy modesta, pero que tomarían otra mejor, pues ella no podía vivir en un tugurio estrecho y más alto que la torre de Santa Cruz. ¡Bringas cesante, Paquito cesante!

Otras veces y el recuerdo después de tantos años aún conmovía al joven , el padre surgía en su memoria colérico, con la voz ronca y el rostro congestionado, oliendo a vino, arrojándose con los puños levantados sobre la pobre mujer, que corría loca de miedo por el tugurio, esquivando los golpes.

Basta entrar en una cabaña de esas donde nacen y vegetan los idiotas para ver que su lamentable situación procede también de otras causas. El tugurio es sombrío y ahumado: devoran gusanos cofres, mesas y vigas: en los rincones donde no puede penetrar del todo la mirada, se vislumbran formas indecisas, cubiertas de basura y telarañas.

De vez en cuando, un conejo asomaba a la puerta del tugurio sus orejas desmayadas, huyendo con medroso trote a la más leve voz, temblándole el rabillo sobre las posaderas sedosas, y de las lejanas pocilgas llegaban ronquidos de fiera, revelando una lucha de empellones de grasa y mordiscos traidores en torno de los barreños de bazofia.

Dos siglos antes, la muchedumbre habría venerado al señor Vicente; los reyes le habrían visitado en su tugurio; las gentes piadosas, en la hora de su muerte, habrían caído sobre su cadáver, arrancándole los pelos y pedazos de su hábito como santas reliquias, y tal vez a aquellas horas figuraría en los altares, trocadas las sucias vestimentas en mantos de oro.

Pero los socorros disminuyeron así como se fue borrando el recuerdo de la desgracia, y la madre tuvo que buscar trabajo en casas extrañas, servir como asistenta, y volver de noche a su tugurio con sobras de comida en la cesta, que servían para alimentar al pequeño. Entonces fue cuando Maltrana entró en el Hospicio. Una señora en cuya casa trabajaba la madre se apiadó del huérfano del albañil.