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Y la chochez, respetable cuando es natural, resulta risible cuando se opone vanamente por medio de estos artificios a los estragos del tiempo, pidiendo a la química de tocador la juventud y la belleza que huyeron. Nada más bello que el rielar del alma en el rostro, revelando nuestro estado emocional, el pudor, el sonrojo, la dulce alegría, todos los movimientos espontáneos de nuestro espíritu.

La Alhambra está llena de los nombres de viajeros ilustres que no han querido pasar adelante sin enlazar con aquellos grandes recuerdos sus grandes nombres; esto, que es lícito en un hombre de mérito, confesado por todos, es risible en un desconocido, y conocemos un sujeto que se ha puesto en ridículo en sociedad por haber estampado en las paredes de la venerable antigüedad de que acabamos de hablar, debajo del letrero puesto por Chateaubriand: «Aquí estuvo también Pedro Fernández, el día tantos de tal añoSin embargo, la acción es la misma, por parte del que la hace.

No encontré ese ambiente embalsamado, esa atmósfera vaporosa, esa idealidad inspirada, esa naturaleza rica, esos instintos poderosos: no encontré esa aura indefinible, el genio sencillo con que nos embelesa la sociedad italiana. ¡Qué bella es Roma, cuando se la mira desde Paris! Voy á hacer mérito de la risible extravagancia de una mujer de Batiñoles, que formaba parte de la tertulia.

El de Castellar, acompañado de todos los funcionarios y gente notable de Lima, presenció al fin, un ensayo, y quedó convencido de que eran nulas las ventajas, y soñadas las utilidades del nuevo sistema que a tantos había alucinado; pero quedó memoria bien risible por cierto del entusiasmo y fiestas con que fué acogido.

Yo no renunciaré jamás a , no te diré nunca que me dejes, y cuando seas quien me diga que no debemos volver a vernos, callaré, porque tendrás razón. Parece que yo, burlón y descreído, sin preocupaciones, vengo a estrellarme contra el obstáculo más risible, pero más fuerte: contra las conveniencias sociales.

Debo hacerle á mi Español la justicia de advertir que al punto de comprender el juego en que una rara casualidad le habla mantenido, se fué á tomar su billete para el tren de Lóndres, resuelto á evitar unos amores por duplicata que podian tener mal fin despues de un principio tan risible.

En estas cosas meditaba yo, al volver á Kehl, cuando un penoso y al mismo tiempo risible incidente nos llamó la atencion hácia algunos de los viajeros que se hallaban en la estacion del ferrocarril. Tres de ellos estaban consagrados exclusivamente á reprimir los arranques inofensivos de un pobre loco, á quien acompañaban con destino á un establecimiento especial de Alemania.

Subí al estrado y cuando tuve mi corona en una mano, en la otra un grueso volumen, de pie junto a la escalinata, cara a cara del público que aplaudía, buscaba los ojos de la señora de Ceyssac; la primera mirada que encontré con la de mi tía, el primer rostro amigo que reconocí, precisamente debajo de , en la primera fila, fue el de Magdalena. ¿Experimentó ella también un poco de confusión viéndome en aquella actitud espantosamente desairada que trato de pintarle a usted? ¿Repercutió en ella el encogimiento que me dominaba? ¿Sufrió su amistad al verme risible o sólo adivinando que sufría? ¿Cuáles fueron, exactamente, sus sentimientos durante aquella rápida pero cáustica prueba que pareció alcanzarnos a los dos al mismo tiempo y en igual sentido?

Llevaba mantilla negra y una dulleta en cuyo adorno habían entrado pieles de diversos animales domésticos, hábilmente combinadas con galones que siglos antes lucieron en la túnica de algún santo o en el valiente pecho de algún oficial de guardias walonas. Salvador, que había visto algunas veces a la dama, la conoció. Acostumbraba a mirar con respeto aquella decadencia más lastimosa que risible.

En cuanto a Oliverio a quien sólo le he presentado en los escaños del aula, imagine usted un mozo amable, un poco raro, muy ignorante en materia de lecturas, muy precoz en todas las cosas de la vida, de aire desenvuelto en sus actitudes y en sus palabras, no sabiendo nada del mundo y adivinándolo todo, copiando sus formas y adoptando ya sus prejuicios; figúrese usted algo inusitado, un afán singular, jamás risible, de anticiparse a su edad y ser todo un hombre improvisado a los diez y seis años escasos; algo naciente y maduro, artificial y seductor, y comprenderá cómo mi tía pudo encantarse de mi amigo, hasta el punto de disimularle ciertos defectos de escolar, atendiendo que eran el único resto de niñez que aún conservaba.