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Pero Perla no hizo caso de las amenazas de su madre, como no lo había hecho de sus palabras afectuosas, sino que rompió en un arrebato de cólera, gesticulando violentamente y agitando su cuerpecito con las más extravagantes contorsiones, acompañando esta explosión de ira de agudos gritos que repercutió la selva por todas partes; de modo que á pesar de lo sola que estaba en su infantil é incomprensible furor, parecía que una oculta multitud la acompañaba y hasta la alentaba en sus acciones.

¿Por qué? tartamudeó, abriendo desmesuradamente sus negros ojos llenos de estupor. Porque contesté, porque el pobre Burton Blair ha muerto... y su secreto ha sido robado. ¡Qué! gritó, con una mirada de terror y una voz tan fuerte, que su exclamación repercutió bajo el alto y abovedado techo. ¡Blair muerto... y el secreto robado! ¡Dios! ¡es imposible... imposible!

Esta victoria, aunque costó sensibles pérdidas, elevó en alto grado nuestro prestigio, aparte del rescate de infinidad de cautivos y el cuantioso botín que se recogiera. La fama del triunfo repercutió á las islas más lejanas, y desde Joló doscientas familias solicitaron y obtuvieron establecerse en Zamboanga, donde fundaron el pueblo de Magay.

Juan Claudio, repuesto de la emoción, dijo con acento firme: Jerónimo, Catalina, Materne y vosotros todos, ¿estáis muertos? ¿No veis aquella hoguera, más allá del Blanru? Es Piorette, que viene a socorrernos. Y en el mismo instante una profunda detonación repercutió en los desfiladeros del Jaegerthal, como ruido de tormenta.

Mientras tanto, dominada por el terror, la joven gritaba, con los brazos tendidos hacia la condesa: ¡Oh madre mía, perdón, tened piedad de , me va a asesinar¡ ¡Yo soy vuestra hija, defendedme, madre, madre querida! Aquel grito desesperado, aquel dulce nombre de madre, repercutió en el corazón de Marta.

Subí al estrado y cuando tuve mi corona en una mano, en la otra un grueso volumen, de pie junto a la escalinata, cara a cara del público que aplaudía, buscaba los ojos de la señora de Ceyssac; la primera mirada que encontré con la de mi tía, el primer rostro amigo que reconocí, precisamente debajo de , en la primera fila, fue el de Magdalena. ¿Experimentó ella también un poco de confusión viéndome en aquella actitud espantosamente desairada que trato de pintarle a usted? ¿Repercutió en ella el encogimiento que me dominaba? ¿Sufrió su amistad al verme risible o sólo adivinando que sufría? ¿Cuáles fueron, exactamente, sus sentimientos durante aquella rápida pero cáustica prueba que pareció alcanzarnos a los dos al mismo tiempo y en igual sentido?