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De pronto, el señor Aubry pareció percibir a su hija: ¿ estás ahí también, mi querida hija?... soy feliz... ... él... reunidos... cuídala bien, Juan... ¡cuídala... no la dejes llevar... por... la desgracia! la desgracia... cuida... cuida... Y haciendo un supremo esfuerzo, tomó entre sus manos las dos cabezas inclinadas hacia él, y los aproximó en un abrazo.

Al cabo insistió con voz temblorosa: Vamos, Solita, no me des ese disgusto... Pídeme en cambio lo que quieras. Lo único que te pido es que me dejes ya en paz repuso ella alejándose para limpiar una de las mesas. Velázquez no se atrevió á seguirla. La miró acobardado algunos instantes y al fin profirió con amargura: ¿No merezco siquiera ese pequeño sacrificio?

18 el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, 19 el testigo falso que habla mentiras, y el que enciende rencillas entre los hermanos. 20 Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la ley de tu madre; 21 átala siempre en tu corazón, enlázala a tu cuello.

Mira, Paca, ¿sabes lo que te digo? profirió María-Manuela afianzando ambas manos sobre la mesa y encarándose con su amiga. Que no rajes tanto y me dejes el alma quieta, ¿estamos? Te lo digo, querida, porque tienes principios... Pues se me orviaron... ¡Ea ya!... ¿qué hay? Eso importa na.

Y, pues tan poco aventuras y tanto contento me puedes dar aventurándote, no lo dejes de hacer, aunque más inconvenientes se te pongan delante, pues, como ya he dicho, con sólo que comiences daré por concluida la causa.

Discutimos largamente el punto; ella, viva, nerviosa, desatando todas las dificultades; yo, aparentando una serenidad que no tenía. Ni la anciana quería rendirse ni yo conseguía convencerla. ¡Vamos, exclamé que resuelva mi madrina! , hijo mío: contestó la anciana ¡eso me toca a ! Pepa te quiere mucho y se le hace duro que nos dejes.

Ni esa niña puede tampoco estar al lado de un chico tan guapo y tan risueño como sin ponerse enferma también dijo Rafael Alcántara. ¿Me quieres seducir, Rafael? , chico, para que me dejes mañana la llave de tu cuarto y no parezcas en toda la tarde por allá. Lo necesito. Es que tengo una colcha preciosa de raso. Se cuidará de la colcha.

Se desdoblaba su interior, surgiendo junto á la mujer de gustos frívolos ansiosa de comodidades y grandezas, otra que era la de las temibles energías, la de las extremas resoluciones en las horas difíciles, la que no vacilaba ante la crueldad. Y esta mujer, al despertarse, aconsejaba imperiosamente á su compañera: «No dejes que se marche. El destino te lo envía

Es que la conciencia se me ha subido aquí al cuello, a la cabeza, y me pesa tanto, que no puedo guardar bien el equilibrio... Déjame que me prosterne ante ti y ponga a tus pies todas mis culpas para que las perdones... No te muevas, no me dejes solo, por Dios... ¿A dónde vas? ¿No ves mi aflicción? Lo que veo... ¡Oh! Dios mío. Juan, por amor de Dios, sosiégate; no digas más disparates. Acuéstate.

Pues yo lo , , señora, yo lo : uno se está formando en Valladolid, y lo mandará D. Gregorio de la Cuesta; otro en Asturias y Galicia, que corre a cargo de Blake..., y el tercero... Esta es la más gorda de todas: ¿te la digo? Hombre, , dila: no nos dejes a media miel.