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Acuérdese usted de aquel gran filósofo que expiró en una cruz dejando consagrados los principios de la Humanidad. ¡Qué principios ni qué...! ¿quiere usted marcharse de aquí, so chinche?... Vaya que es de lo más pelmazo y cargante y apestoso que he visto. Siempre que estoy angustiado me sale con esos retruécanos. Amigo mío, mucha calma.

En la misma catedral, cuando les quitaba la vista de encima el sacristán que les enseñaba alguna capilla o preciosidad reservada, los esposos aprovechaban aquel momento para darse besos a escape y a hurtadillas, frente a la santidad de los altares consagrados o detrás de la estatua yacente de un sepulcro. Es que Juanito era un pillín, y un goloso y un atrevido.

Después, en medio de aquella colina, cuya pendiente es casi insensible, se ven los edificios consagrados a San Juan. Aquí la iglesia gótica, con sus arcos y sus ojivas, sus altas y delgadas columnas, sus frontones esculpidos como un encaje, contrasta singularmente con el pesado campanario de plomo que eleva su techumbre gris y sombría por encima del obscuro verdor de los abetos y alerces.

Cada peldaño tenía su historia, y la pollería y el cuarto entresuelo y después el segundo tenían ese revestimiento de una capa espiritual que es propio de los lugares consagrados por la religión o por la vida. «¡Las vueltas del mundo! decía dando las de la escalera y venciendo con fatiga los peldaños . ¡Quién me había de decir que pararía aquí otra vez!... Ahora es cuando conozco que, aunque poco, algo se me ha pegado el señorío.

Y sólo después de 1.600 años consagrados a producir los héroes de la otra vida, y los sabios del otro mundo, cuyas imágenes pueblan los nichos de las iglesias, pudieron las naciones cristianas empezar a producir, al fin, los sabios de este mundo y los héroes de esta vida, cuyas estatuas se levantan en las plazas públicas para ofrecer nuevos modelos de conducta a las nuevas generaciones.

Mientras hubo grandes poetas, como Calderón, consagrados á este género literario, el lujo de la representación escénica fué realzado por el esplendor incomparable de la poesía; pero no es dable sostener que, cuando accedían á las pretensiones de la corte, habían de conservarse á la misma altura en que lo hubieran hecho, á seguir sólo su propia inclinación; y cuando la literatura dramática fué cultivada por medianos escritores, hubo de transformarse el arte en vano é insubstancial espectáculo.

Si exceptuamos los jardines de ese género que hay en Paris y Lóndres, se puede asegurar que ninguno otro de Europa es comparable á los que en Bélgica y Holanda están consagrados á la botánica y la zoología. Y todavía, bajo el punto de vista de lo pintoresco y agradable, los de estos dos países son superiores á todos los demas.

Pero no importaba; se seguía suspirando, y muchos de aquellos silencios prolongados que solemnizaban la ya imponente oscuridad de la tienda con aspecto de cueva; muchos de aquellos silencios que tanto agradaban a Reyes, estaban consagrados a los recuerdos del año cuarenta y tantos.

El miedo fue el secreto resorte de las tiranías; el miedo fue el resultado de las supersticiones religiosas de la Sociedad Colonial, encarrilada en la obediencia habitual por el miedo crónico o consuetudinario a gobernantes de derecho divino, consagrados por el tiempo y por la Iglesia, que cesaron de improviso por la revolución y fueron reemplazados por directores accidentales que se aprovecharon del antiguo espíritu supersticioso.

Los sentidos y las pasiones te gobiernan, y la forma es uno de tus dioses más queridos. Para ti han pasado en vano diez y ocho siglos consagrados a la sublimación del espíritu. Y esta sociedad egoísta que ha permitido tal abandono, ¿qué nombre merece?