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Á la media hora sólo se oían los ahogados gemidos del aire que entraba por las rotas vidrieras de las ojivas del templo, el atolondrado revolotear de las aves nocturnas que tenían sus nidos en el dosel de piedra de las esculturas de los muros, y el alternado rumor de los pasos del vigilante que se paseaba envuelto en los anchos pliegues de su capote, á lo largo del pórtico.

La naturaleza continuó su obra creadora, insensible a las locuras de los hombres; pero éstos no amaron otras flores que las que transparentaban la luz en las vidrieras de las ojivas, ni admiraron más árboles que las palmeras de piedra que sostenían las bóvedas de las catedrales.

Dos de ellos dan á la parte donde subíamos, sirviendo el uno de entrada á la rampa, y el otro como de balcón, desde el cual se tocan con la mano los bermejos frutos de los naranjos del compás, y se descubre, al través de sus ramas, un elegantísimo ángulo de la contigua iglesia, de perfecto estilo gótico, cuyas gentiles ojivas, esbeltos juncos y erguidas agujas, todo ello de una resistente piedra dorada por los siglos, infunden en el ánimo, en medio de aquellas abandonadas ruinas, arrogantes ideas de inmortalidad.

Una sirena desnuda, fija a la puerta por su cola enroscada, sirve de llamador. La catedral, labrada toda en piedra blanca y lechosa de las canteras inmediatas a Toledo, se remonta de un solo esfuerzo desde las bases de las pilastras hasta las bóvedas, sin triforiums que corten las arcadas y achaten y hagan pesadas sus naves con ojivas superpuestas.

Detúvose el joven frente a las Micaelas, mirando la obra de la nueva iglesia que llegaba ya a la mitad de las ojivas de la nave principal.

El primer cuerpo de la fachada estaba rasgado en el centro por la puerta del Perdón, arco ojival enorme y profundo, que se estrecha siguiendo la gradación de sus ojivas interiores, adornadas con imágenes de apóstoles, calados doseletes y escudos con leones y castillos.

Los cánticos de los cistercienses, difundiéndose místicos y vagorosos en la calma de la noche al través de las ojivas, conmueven el alma del joven sarraceno, que se siente atraído a la religión de los enemigos por el encanto de la poesía. Se bautiza, toma el blanco hábito de San Bernardo de Clairveux y vuelve algún tiempo después al reino de Valencia para predicar el cristianismo.

Vivía saturada del olor del incienso y respiraba el perfume especial de moho y hierro viejo de las catedrales, sin más horizonte que las ojivas de enfrente o el campanario, que aplastaba con su mole un pedazo del cielo que se veía desde el claustro alto. El compañero Luna creyó retroceder de golpe a la niñez.

Vea usted esos cuatro ventiladores que la rodean como si fuesen su pollada: cuatro trombones amarillos, con la boca pintada de rojo, por los que podríamos colarnos los dos a la vez. Llevan el aire a las profundidades de las máquinas y los hornos. Digamos que son las ojivas que ventilan esta catedral de acero y hulla.

Allí iba todo el señorío. El automóvil aceleró su marcha por las amplias calles del ensanche, desiertas á aquellas horas, y paró con violenta rapidez entre los carruajes que estaban estacionados ante la iglesia del Sagrado Corazón, una obra prodigiosa de confitería arquitectónica, en la que el blanco de las ojivas se combinaba con el color rosa de los muros.