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Apenas llegamos al bosque puso su caballo al galope. Yo hice como ella y la seguí. Cuando advirtió que le iba a los alcances aceleró la marcha, fustigó a su caballo y sin motivo lo lanzó a escape. Tomé el mismo aire que ella y cuando ya la alcanzaba, hizo un nuevo esfuerzo que me dejó atrás. Aquella persecución irritante, desenfrenada, me puso fuera de .

Muerto D. Diego, los Valcárcel perdieron su único apoyo, y el movimiento de retroceso en busca de la montaña se aceleró en toda la familia. Cuando bajaban al llano venían cada vez más montaraces, más orgullosos; su odio a la cortesía, a las fórmulas complicadas de la buena sociedad de provincia, se acentuaba.

Empezaba á ocultarse el sol cuando llegó cerca de tierra, y fué siguiendo su contorno á unos cincuenta metros de distancia. Iba en busca de una bahía pequeña ó de la desembocadura de un riachuelo para poder desembarcar, conservando su bote. Como empezaba á anochecer, aceleró su exploración antes de que se extinguiese por completo la incierta luz del crepúsculo.

El miedo á que él huyese la hizo incorporarse con dolorosos gemidos, y este movimiento aceleró la salida de su sangre... El almohadón continuó abrevándose como un prado que tiene sed. Una piedad irresistible, igual á la que podía sentir por una desconocida abandonada en mitad de la calle, hizo retroceder al marino.

Mi madre debió padecer mucho con las atrocidades de su hermano, y esto, unido al trabajo tan penoso como mezquinamente retribuido, aceleró su fin, el cual dejó indeleble impresión en mi espíritu, aunque mi memoria puede hoy apreciarlo sólo de un modo vago. En aquella edad de miseria y vagancia, yo no me ocupaba más que en jugar junto a la mar o en correr por las calles.

Cuando la procesión temerosa había desaparecido, se presentó en remota lejanía la silueta gentil de Fernando; llevaba en la mano un ramillete de borrajas y una gorra de marino sobre el endrino pelo rizoso. A Carmen se le aceleró entonces el corazón con un latido ardiente, y la imagen de Fernando se inclinó, muy galante y zarandera, para ofrecer el ramo de flores a una moza que pasaba.

Ella ni aceleró ni acortó el paso; la insistencia casi descarada de don Juan no descompuso su tranquilo caminar de diosa vestida a la moderna; pero a la segunda vez que le sintió pasar a su lado, alzó el manguito en que llevaba metidas las manos, y se oprimió el velillo contra el rostro, como queriendo recatarse, lo cual avivó en el hombre la curiosidad y la sospecha.

Se despegó el vaporcito, alejándose con violento y grotesco cabeceo, semejante a los traspiés de un beodo. El Goethe, con el práctico en el puente, aceleró su marcha, poniendo la proa rectamente a Montevideo. Empezaron a surgir rosarios de luces entre las masas de sombra de la costa.

¡Pobre Alicia! ¡pobre engañada de la vida!... La Venus triunfadora, la Helena del «banco de los viejos», la beldad centro de lo existente, ansiosa de admiración más que de amor, está en un mísero cementerio, entre cadáveres de soldados, y tal vez aceleró con voluntaria torpeza su salida de un mundo en el que no encontraba lugar, repelida por sus propias acciones.

La tentativa fue muy débil primero, pero luego aceleró algo el paso, y, sin mencionar ninguno de los dos lo que había sucedido, la conduje por la larga avenida hasta la casa. Una vez dentro, me manifestó que era innecesario llamar a la señora Gibbons, y en voz muy baja me imploró que callase todo lo que había presenciado. Tomó mi mano entre las suyas y la retuvo.