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Si se atiende á las 48 leguas que Silvestre Antonio de Roxas pone desde el Payen hasta los Césares, caminando de norte á sur, con los 33 grados que refiere hay de Buenos Aires al Payen, no se diferencia mucho de lo que tendrá la mitad del camino, y de lo que aumenta el rumbo del poniente: porque lo demas que cae en las pampas, alejándose del sud-oeste, que es como quien endereza al mismo estrecho, queda del camino de dicho derrotero cerca de la mar, otro tanto cuanto hay por el cabo de San Antonio en la boca del Rio de la Plata.

Igualdad, palos de telégrafo, cabras, charcos, matorrales, tierra gris, inmensidad horizontal sobre la cual parecen haber corrido los mares poco ha; el humo de la máquina alejándose en bocanadas majestuosas hacia el horizonte; las guardesas con la bandera verde señalando el paso libre, que parece el camino de lo infinito; bandadas de aves que vuelan bajo, y las estaciones haciéndose esperar mucho, como si tuvieran algo bueno... Jacinta se durmió y Juanito también.

El señor de Maurescamp, después de leer esto, dobló el billete, púsolo en el sobre y lo entregó al muchacho, alejándose en seguida. Hora y media después, el duelo tenía lugar en el bosque de Mames, y el señor de Maurescamp había recibido una herida en medio del pecho. Creyose por mucho tiempo que no sobreviviría, pues sus pulmones estaban atacados. Pero la fuerza de su temperamento lo ha salvado.

Al fin, el más poderoso de todos, el egregio duque de Requena sacó el pañuelo y lo agitó en la ventanilla. Sonó un pito, respondió la máquina con prolongado y fragoroso ronquido, y resoplando y bufando, el tren comenzó a mover sus anillos metálicos y a arrastrarse lentamente alejándose de la estación.

Instantáneamente, el misterioso volador apagó los rayos de sus ojos, alejándose con un chillido de velocidad forzada que le hizo perderse á lo lejos en unos cuantos segundos. Esta visita quitó el sueño á Edwin, obligándole á sentarse sobre la pequeña pradera que le servía de cama.

Ni usted es mi prometida, ni yo tengo obligación de privarme de mis relaciones para obedecer sus caprichos. Celinda quedó absorta por la sorpresa y él se aprovechó de esto para saludarla con brusquedad, alejándose después en la misma dirección que había seguido Elena.

Al oír esto Melchor que se ponía el «panamá» mirándose en el espejo del ropero, dio vuelta rápidamente hacia Baldomero clavándole la vista como en un reproche y cuando parecía que iba a prorrumpir en una amenaza dijo como renunciando a ella y como para terminar con el diálogo: ¿Mandó ensillar el zaino? ...Voy... , señor... voy... ¡cómo... ha... de... ser!... contestó Baldomero alejándose.

El bandido rugió como una fiera, acercósele amenazante el otro con la maza en alto y los espectadores de aquella escena los contemplaron algún tiempo en silencio, alejándose después por el camino que llevaba la columna.

Viró con rapidez, alejándose hacia su punto de partida. «Debe haberlo visto todo pensó Desnoyers . Nos ha reparado: sabe lo que hay aquíAdivinó que iba á cambiar rápidamente el curso de los sucesos. Todo lo que había ocurrido hasta entonces en las primeras horas de la mañana carecía de importancia comparado con lo que vendría después.

Me voy me dijo riendo, con la risa que ya le conocía cuando afrontaba un flirt. ¡Un solo momento! le dije. ¡Ni uno más! me respondió alejándose ya y negando con la mano. ¿Qué me quedaba por hacer? Nada, a no ser tragar el papelito húmedo, hundir la boca en el hueco que había dejado su rodilla, y estrellar el sillón contra la pared. Y estrellarme en seguida yo mismo contra un espejo, por imbécil.