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Esta es la ondulante Berenice cuya rica cabellera al arrastrarse por las ondas constituye otra onda; aquélla la pequeña Oritia, esposa de Eolo, que, al soplo de su compañero, pasea su urna blanca y pura, incierta, apenas afirmada por el delicado enredo de sus cabellos, que con frecuencia enlaza por debajo; más allá, Dionea, la llorona, parece una copa de alabastro que deja desbordar, en hilos cristalinos, espléndidas lágrimas.

«Estaba frente a , y su mirada era triste e incierta, no sabiendo sin duda cómo darme cuenta de su próxima partida. Fui en su auxilio, y tendiéndole la mano le dije: «Perdóneme usted, Carlos; perdone una culpable indiscreción de que me acuso. Quería, sin preguntárselo, saber su secreto; lo he escuchado.

Un solo empleado trabajaba: un hombre de edad incierta, con cara pueril y bigote recortado. Su gesto obsequioso y sonriente contrastaba con su mirada fugitiva; una mirada de alarma y desconfianza. Al ver á Freya se levantó de su asiento. Esta le saludó llamándole Karl, y pasó adelante, como si fuese un simple portero.

A los treinta o cuarenta pasos de negrura comenzamos a ver delante de nosotros una pálida claridad. Se adivinaban a esta luz incierta las pirámides afiladas de las rocas, las estalacitas blancas del techo y, abajo, el mar, hirviendo en espumas, semejaba una aglomeración de monstruos de plata revolviéndose en un torbellino. Era realmente extraordinario.

Su hijo, de obscuro origen e incierta sangre, lo había casado el rey Fernando con una sobrina suya. Gozaba, además, Colón, por capitulaciones públicas, la décima parte de todo lo que se ganase en la India. Pero como de allá no venía nada, según confesión del mismo don Cristóbal, de aquí que no poseyese riquezas.

¡Siempre! contestó estremecida. ¡Como hoy, como mañana, hasta después de muerta! A la incierta luz de la aurora, que bañaba en celestes claridades el rostro de Angelina, vi que lloraba, que dos lágrimas rodaban por sus mejillas. ¡Niña! gritó mi tía desde los umbrales del templo. ¿Qué haces? ¡Ya empezó la misa! La joven corrió hacia la iglesia.

Yo le di francamente todo mi pasado, y ella tal vez no me ha devuelto mas que mentiras. Miró otra vez á Robledo con angustia, esperando que éste le infundiese alguna fe en la incierta historia de su mujer. Parecía un náufrago buscando algo sólido donde agarrarse. Pero Robledo bajó la cabeza haciendo un gesto ambiguo.

Las calamidades de la revolución, los peligros de la proscripción y de la guerra, las agitaciones siempre renacientes de una vida incierta y móvil, las pérdidas múltiples, vivas y dolorosas, todo esto, sin duda, ha podido imprimir a mi organización, a mi carácter, al movimiento de mis pensamientos, a la dirección de mis expresiones, yo no qué algo de singular, de inusitado, de raro, esa especie de exageración, en fin, de la cual censuras con tanta razón las desviaciones; pero, en realidad, yo no necesitaba más que entregarme a la naturaleza y a mismo, encontrarme libre de todas las impresiones extrañas que fatigaban mi corazón, volver al reposo delicioso de la soledad y al círculo de los deberes fáciles, para renovarme.

»Amo yo más el árbol que sombrea la tumba incierta del guerrero hermano, que ese nido de perlas que hermosea blonda más débil que tu amor liviano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . »Sus cuerdas una la robusta lira, y el corazón sus átomos perdidos: a un solo amor mi corazón aspira, para un solo guarda latidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Según se iba extinguiendo la tarde parecía aumentar el número de hembras engañosamente vestidas, que necesitan la luz incierta del crepúsculo para salir á la caza del hombre y del pan. Robledo se cruzaba con ellas, fingiéndose ciego ante sus violentas ojeadas y sordo á las palabras susurrantes en honor de su apostara de buen mozo. «¡Pobres mujeres!