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Grupos de soldados obedecían con prontitud mecánica las órdenes breves é imperiosas. Un perfume de botica, de drogas concentradas, se esparció por las habitaciones, mezclándose con el fuerte olor de los antisépticos que habían rociado las paredes para borrar los residuos de la orgía nocturna. Vió después mujeres vestidas de blanco, mocetonas de mirada azul y pelo de cáñamo.

Los grupos de mujeres que en horas determinadas salían de aquel palacio hacían aún más verosímil esta semejanza. Iban vestidas con rebuscada modestia: el aspecto de muchas de ellas resultaba más humilde que el de las obreras de la moda. Pero eran grandes damas. Algunas subían en automóviles cuyos chauffeurs llevaban uniforme de soldado por ser vehículos ministeriales.

Ulises vió señoras vestidas de blanco haciéndose abanicar, tendidas en sillones, por sus pequeños pajes chinescos; vió militares bronceados y enjutos, con aspecto enfermizo, que parecían galvanizados por la guerra que los arrancaba á la siesta asiática, y niñas, muchas niñas, contentas de ir á Francia, el país de sus ensueños, olvidando en esta felicidad que sus padres marchaban tal vez á la muerte.

Este llegó a ser tan intenso, que no había respiro entre golpe y golpe. A Benina la tocaron los proyectiles en partes vestidas, donde no podían hacer gran daño; pero Almudena tuvo la desgracia de que un guijarro le cogiese la cabeza en el momento de volverse para increpar al enemigo, y la descalabradura fue tremenda.

De aquí se deduce que podrían ser permitidas, si hubieran de desempeñarse por mujeres feas, torpes y mal vestidas, que ni saben bailar, ni cantar, ni siquiera declamar como deben, puesto que sólo es posible que haya buenos versos cuando el brillo y aparato de lo representado lo exige imperiosamente. Pero entonces, ¿qué actrices habían de ser esas?

Ganando siete reales por once horas de trabajo, era una sedienta de ideal; y acostumbrada al lenguaje de las madres sin ventura, de las mártires del amor, de todas aquellas señoras pálidas, ojerosas y vestidas de blanco que saludaba en las obras favoritas, hablaba en la intimidad con cierto sabor sentimental de novela por entregas.

Dice algunas palabras en voz baja a la criada; luego entran en el estudio: las damas, en peplo y traje de mallas, toman el te con unas amigas más vestidas. A la entrada de Terpsy se levantan. TERPSY. ¡Señoras...! ¡Al altar...! Todas suben a un pequeño tablado. Y de súbito, golpeando a un Baco imaginario, las jóvenes se precipitan.

El sombrero de copa da mucha respetabilidad a la fisonomía, y raro es el hombre que no se cree importante sólo con llevar sobre la cabeza un cañón de chimenea. Las señoras no se tienen por tales si no van vestidas de color de hollín, ceniza, rapé, verde botella o pasa de corinto.

Era para creer que el mismo aliento nos animaba a la vez en una existencia indivisible y que la sangre de Magdalena, no la mía ya, circulaba en mi corazón enteramente desposeído por amor. En aquel instante sintiose un poco de ruido en un palco situado al otro extremo de la sala y en él entraron dos mujeres solas, vestidas con gran lujo y llegando tarde para causar más efecto.

Las grandes copas de los castaños aún no estaban vestidas del follaje que ostentan en el verano. Los rayos del sol, pasando al través de sus ramas descarnadas, bebían el agua fresca que formaba charcos entre el césped. Obdulia no paró hasta llegar al talud guijarroso que servía de margen al río.