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Posible será que, apoyados en esto mismo, y volviendo por pasiva sus antiguas censuras, le nieguen algunos alcance y transcendencia, y hasta le disputen el título de novela.

En Cuba, por razones de nadie desconocidas, no se procedió nunca contra los revoltosos con bastante energía; y tal vez haya sido esto causa de que los procedimientos de rigor puestos en planta en esta campaña por los jefes y oficiales del ejército, quienes, dicho sea de paso, se limitaban á cumplir las órdenes é instrucciones que recibían de sus superiores, hayan causado general sorpresa y provocado en no pocas ocasiones censuras y protestas, absolutamente injustificadas en la inmensa mayoría de los casos.

Al paso que los primeros prelados rivalizaban en celo atacando estos placeres tumultuosos, patrocinaban una diversión, que pronto se hizo igualmente licenciosa, y llegó á ser objeto de las censuras eclesiásticas.

Sin embargo, como era asaz rudo en sus modales, no escatimaba a los autores noveles que se confiaban en él y le leían sus producciones, las censuras fuertes y hasta los insultos: «Toda esa relación es puro fárrago; eche V. tinta sobre ella.

Conocía sus amores; se había informado de quién era Tónica, y no le parecía gran cosa; pero si Juanito se mostraba conforme, todos contentos. Esta indiferencia anonadaba a Juan; y a pesar de que nadie en la casa se preocupaba de sus amoríos pues cuando más, merecían alguna burla de Amparito , siguió recatándose, como si temiera las maternales censuras.

Siguieron las referidas censuras con invocacion del brazo seglar contra el cabildo, y viendo no poderlo conseguir se quejaron de él ante S. M., quien declaró por nulas dichas sentencias.

Las censuras severas, que su buen juicio le dictaba, salían de sus labios neutralizadas ya por la sonrisa y por la blanda languidez del acento con que las profería, y acababan de perder todo su valor, convirtiéndose en apasionadas muestras de gratitud, merced a las miradas cariñosas con que las acompañaban sus ojos. Doña Luz distaba mucho de ser vana, y distaba más aún de ser codiciosa.

Tales censuras que llegaron pronto a sus oídos y que no tardó tampoco en ver estampadas en la prensa le mortificaron enormemente, le pusieron de un humor endiablado. No necesitaba de este pequeño tropiezo para vivir malhumorado. La vida para él era un continuo tropiezo. Donde los demás veían el camino raso y cómodo, él encontraba una carrera de obstáculos.

Y es lo singular que, después de todas mis censuras y después del mal efecto que me produce la multitud de insufribles galicismos que hay en El Extraño, todavía persisto en ver en el autor muy notables prendas de novelista. Sólo las desluce la manera de escribir a la última moda y de imaginar que hay novedad y mejora en ello.

Así que, sin advertir que con ello dejaba firme la burla, respondió con un sin fin de denuestos; de aquí pasó á las reprensiones, á las censuras, después á las consideraciones y por último á los consejos. En un cuarto de hora no cerró la boca. Velázquez la escuchó con la suya abierta, muy atento y admirado, porque Paca hablaba tan bien ó mejor que cualquier folletín de los que había leído.