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¡No ocurrírsele nunca asomar la cabeza fuera de Palma para ver el campo, de un verde tierno, con sus acequias susurrantes; el cielo, de suave azul, en el que flotaban islotes de blancos vellones; las colinas, de un verde obscuro, con sus molinillos de viento braceando en la cumbre; las sierras abruptas, de color de rosa, cerrando el fondo; todo el paisaje risueño y rumoroso que había asombrado a los navegantes antiguos, haciéndoles llamar a Mallorca la isla Afortunada!... Cuando, gracias a su casamiento, adquiriese una fortuna y pudiera rescatar el hermoso predio de Son Febrer, pasaría en él la mayor parte del año, lo mismo que sus ascendientes, haciendo la vida rústica y benéfica de un gran señor, dadivoso y respetado.

Las oscilaciones del arroyo, que son apenas perceptibles durante los días apacibles, cuando gozamos paseando por la orilla de las aguas susurrantes, se vuelven por el contrario, fuertes y rápidas, después de los bruscos cambios de temperatura y de las grandes lluvias.

El aperador, al sentarse, creyó que se sumergía en las faldas y las susurrantes ropas interiores de la hermosa, quedando como pegado a ella, en ardoroso contacto con un lado de su cuerpo. Los muchachas rechazaban con remilgos los primeros ofrecimientos del señorito y sus compañeros. Gracias; ellas habían cenado.

Como viven una existencia artificial, han olvidado completamente á la naturaleza y no saben siquiera abrir los ojos para contemplar el horizonte, ni mirar lo que existe en donde ponen sus pies. ¡Poco nos importa! ¿Es acaso la naturaleza menos hermosa porque ellos la miren con indiferencia? ¿Porque jamás se hayan dignado mirarlas, son menos encantadoras las pequeñas fuentes que nacen susurrantes en medio de las flores y el poderoso manantial que se escapa á borbotones de las concavidades de la roca?

Los viajeros nos cuentan que esas aguas calientes edifican verdaderos palacios, ciudadelas y murallas de algunos kilómetros de longitud. Blancos como el alabastro, los pilares y basamentos crecen incesantemente por el depósito de las cascadas susurrantes que poco á poco ocupan la llanura.

Según se iba extinguiendo la tarde parecía aumentar el número de hembras engañosamente vestidas, que necesitan la luz incierta del crepúsculo para salir á la caza del hombre y del pan. Robledo se cruzaba con ellas, fingiéndose ciego ante sus violentas ojeadas y sordo á las palabras susurrantes en honor de su apostara de buen mozo. «¡Pobres mujeres!

Abandonaron la carretera en Bellasvistas, y anduvieron por un camino hondo, entre tejares y tapias de huerta, junto a las cuales pasaban, espumosas y susurrantes, las aguas de un canal. Comenzaba a anochecer. El cielo era de color violeta; las lomas obscuras que cerraban el horizonte hacían resaltar sobre una faja de oro mortecino los negros bullones de la arboleda de sus cimas.

Fué en una noche blanca en que las susurrantes melodías del viento eran largos suspiros; fué una noche en que mi alma, recostada en tu seno, admiraba tus formas con mágico delirio; fué en una hora romántica en que el cielo del trópico era un arpa encantada, cuyos lejanos cirios alumbraban unánimes tu efigie soberana de mayestático ídolo.