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La niñera no tenía otra obligación que la de mirar por ella y acompañarla incesantemente; la quería de todo corazón, y era esclava de sus menores caprichos; hacíanla estrenar un vestido cada semana, y no se ponía tasa a sus antojos de juguetes.

Fijamos la última mirada en la blanca espuma que incesantemente nace y muere al gemir de las olas que rompen en las piedras del Fuerte del Sur, y ... ¿cuál es la María Rosario? pregunté al patrón. Aquella, señor, dijo, señalando un barco armado de brick-barca. Los detalles de la María Rosario, cada vez se iban delineando con más precisión.

Llegaba hasta él un rumor creciente de muchedumbre. El gran patio del palacio debía estar ya repleto de invitados. Una música militar sonaba incesantemente. Escapó Flimnap por unos pasillos poco frecuentados, temiendo tropezarse con los periodistas, que iban á la zaga de él desde el día anterior pidiéndole noticias frescas.

Después del sangriento fracaso de aquella intentona nocturna, los dos volvieron á trabajar en el Paraguay, en la recolección del mate. Ellos eran los más inmediatos consumidores, pues sentados al borde del gran rio en las horas de descanso, chupaban incesantemente el canuto hundido en la pequeña calabaza rellena de hierba olorosa y de agua caliente que sostenían en una mano.

Pasan incesantemente los automóviles ligeros del ejército americano. Son innumerables; se les encuentra en las calles, en los caminos de la costa, subiendo como hormigas roncadoras las faldas de los Alpes. Una vida robusta, alegre, confiada, una vida de veinte años parece reanimarlo todo. El concierto en la terraza lo da una banda de música americana.

Irresistible é implacable, como si fuera empujada por el destino, el agua que cae lleva tal velocidad, que ni el pensamiento puede seguirla: se cree tener ante la vista la mitad visible de una ancha rueda que gira incesantemente alrededor de la roca. Contemplando esta corriente siempre la misma y renovándose sin cesar, se pierde la noción de la realidad.

Por casi todos lados ofrecía espantosos precipicios sobre el mar, que la batía incesantemente entrando y saliendo con furia en las concavidades de las rocas que la circundaban. Don Mariano había edificado en el centro una casita para guarecerse, a la cual había ido añadiendo poco a poco algunas comodidades.

Oía incesantemente el fragor de las olas que se estrellaban contra el fuerte casco de la embarcación, y sentía su propia fatigosa respiración: veía huir las orillas, e ignoraba dónde estaba, adonde iba. Había ido a Italia, a contemplar los bellos paisajes, el sol claro, el cielo bellísimo, que la había hecho a ella tal cual era.

Por las mañanas, al despertar en él, se veía envuelto en una atmósfera, verdosa y suave, lo mismo que si hubiese dormido en el fondo de un lago encantado. El sol trazaba sobre la blancura del techo y de las sábanas una red inquieta de oro, cuyas mallas se sucedían incesantemente: era el reflejo del agua invisible.

Mientras continuó el corso, y en Concordia se prolonga hasta horas increíbles, Nébel tendió incesantemente su brazo hacia adelante, tan bien, que el puño de su camisa, desprendido, bailaba sobre la mano. Al día siguiente se reprodujo la escena; y como esta vez el corso se reanudaba de noche con batalla de flores, Nébel agotó en un cuarto de hora cuatro inmensas canastas.