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Imaginad por un momento un inmenso grupo ú archipiélago terrestre compuesto de jardines lucientes de verdura y abismos de concavidad insondable y aterradora; de alegres huertos y rocas desnudas, formidables y sombrías que los dominan; de lujosos plantíos entrecortados por habitaciones campestres de imponderable gracia, al pié de coronas y guirnaldas seculares de negros pinos y abetos, ciñendo los ásperos relieves y las concavidades abruptas de cerros que parecen gigantes evocados en una pesadilla; de ciudades risueñas, industriosas y activas, donde abundan los bellos monumentos del arte y de la ciencia, y rústicos y solitarios caseríos encuadrados ó perdidos en las profundidades de las selvas.

Como viven una existencia artificial, han olvidado completamente á la naturaleza y no saben siquiera abrir los ojos para contemplar el horizonte, ni mirar lo que existe en donde ponen sus pies. ¡Poco nos importa! ¿Es acaso la naturaleza menos hermosa porque ellos la miren con indiferencia? ¿Porque jamás se hayan dignado mirarlas, son menos encantadoras las pequeñas fuentes que nacen susurrantes en medio de las flores y el poderoso manantial que se escapa á borbotones de las concavidades de la roca?

Allá abajo se veían las oscuras olas del Pacífico batir las concavidades de la roca, produciendo sonoros truenos, al mismo tiempo que heridas por un rayo de luna, olas y espumas brillaban como chispas de fuego, como puñados de brillantes que arrojase al aire algun genio del abismo. Miró en derredor suyo. Estaba solo.

Tengo á mi vista y en mi mano una manzana. Por lo demostrado mas arriba, estoy cierto de que existe un ser externo, relacionado con otros seres y con el mio por leyes necesarias; estoy cierto que de él me vienen diferentes impresiones: veo su color, figura y tamaño; percibo su olor, experimento su sabor; siento en la mano su magnitud, su peso, su figura, sus concavidades y convexidades, y oigo tambien el leve ruido que despide cuando la manoteo.

En medio de las tinieblas solo se sentia á veces, confusamente, el ruido casi subterráneo del Ródano, estrechado entre peñascos formidables y aun escondido en cierto trecho en abismos que nadie ha podido sondear; ruido que se perdia, como la voz grandiosa de la naturaleza, confundido con el del tren la voz de la industria humana en las lejanas concavidades del complicado laberinto de cerros.

El agua batía la peña donde se hallaban, salpicándoles de espuma y entrando y saliendo sin cesar en las profundas concavidades de la roca, que parecía hueca como un edificio. Las corrientes que se precipitaban por ellas despertaban en su seno extraños y confusos rumores, que unas veces semejaban los ecos lejanos de un trueno, otras los ronquidos profundos de un órgano.

Descendiendo sin cesar y creciendo constantemente, el arroyo se vuelve estrepitoso; cerca del nacimiento apenas si su arrullo era perceptible; en ciertos puntos, para oir el susurro de las aguas es preciso prestar mucha atención, escuchando de un modo indefinido el pequeño estremecimiento de la hierba y el choque insensible contra las pequeñas piedras; pero he aquí que el pequeño arroyo habla con voz clara, luego se hace ruidoso, y cuando corre por rápidas pendientes ó se arroja en cascadas, su ruido lo repercuten los ecos del bosque y las concavidades del monte.

En esta altura hallóse dicho cerrito que, cuando mas, se elevará 4 varas: pero sin embargo domina el pais en el segundo y tercer cuadrante, y no es otra cosa que un médano de excelente arenilla para ampolletas por su finura. Dicho Cerrito Colorado tiene en su cumbre varias concavidades, y en una un manantial de agua dulce lleno de esqueletos de baguales.

Por casi todos lados ofrecía espantosos precipicios sobre el mar, que la batía incesantemente entrando y saliendo con furia en las concavidades de las rocas que la circundaban. Don Mariano había edificado en el centro una casita para guarecerse, a la cual había ido añadiendo poco a poco algunas comodidades.

El huracan zumbaba sacudiendo las chimeneas y todo el arbolaje; la lluvia oscurecía el cielo; las olas venían como derrumbes á bañar todo el puente de cubierta; y el enorme buque, soltando fatigado sus negras bocanadas de humo, saltaba entre las concavidades de las ondas como un toro enfurecido por los golpes que en todas direcciones recibe.