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Le la mano, y él la retuvo en las suyas y me dijo en tono de reproche: ¿Por qué huye usted de ? Hace un mes que no encuentro medio de hablarla. Ya sabe usted que el cuidado de mi padre ocupa todo mi tiempo. ¿Está solo en este momento? Están con él los Marqueses de Oreve. Entonces no hay sitio para y debo marcharme, a no ser que usted tenga la indulgencia de hacerme quedar.

Al empujar la puerta vieron al joven revolcándose por el suelo y mesándose los cabellos mientras lanzaba imprecaciones y palabras incoherentes. Carlota quiso precipitarse a su socorro, pero la retuvo Miguel. ¡Silencio! le dijo al oído. No temas. Tu marido se halla en la hora negra del artista. Las sacras musas duermen o están ocupadas en este momento y no pueden atenderle.

Ramiro quiso acudir; pero Velasco le retuvo diciendo: Sigamos, que no somos frailes ni corchetes. Aquí es exclamó de pronto el escribano de raciones, al detenerse frente a una covacha del barrio de San Miguel. Después de cruzar dos patios, treparon una carcomida escalera y llegaron, por fin, sobre un terrado, ante la puertecita de un desván.

Atravesó de nuevo la pequeña nave. Casi no sentía el suelo bajo los pies. El hombre de cabeza crespa aguardaba a que ella saliera para cerrar las puertas del templo. Puedes leerla también, ya no quiero tener ningún secreto para ti. Has vuelto a ser mi hermana querida. Adriana, diciendo esto, retuvo a Raquel y leyeron juntas una carta que le habían traído de Muñoz.

La tentativa fue muy débil primero, pero luego aceleró algo el paso, y, sin mencionar ninguno de los dos lo que había sucedido, la conduje por la larga avenida hasta la casa. Una vez dentro, me manifestó que era innecesario llamar a la señora Gibbons, y en voz muy baja me imploró que callase todo lo que había presenciado. Tomó mi mano entre las suyas y la retuvo.

Una platería de un chueta le retuvo largo tiempo. Admiraba las cadenas de oro hueco fabricadas para las payesas, los botones de filigrana con una piedra en el centro, reputando en su interior todos estos objetos como las obras más perfectas y maravillosas creadas por el arte de los hombres. ¡Si entrase en la tienda para comprar una docena de aquellos botones!... ¡Qué sorpresa la de la atlota de Can Mallorquí cuando él se los ofreciese para adornar sus mangas!... Seguramente que los aceptaría de él, un señor grave al que miraba con respeto filial. ¡Enojoso respeto! ¡Maldita gravedad la cuya, que le estorbaba como un fardo abrumador!... Pero el heredero de los Febrer, el descendiente de opulentos mercaderes y heroicos navegantes, tuvo que desistir pensando en el dinero que guardaba en su faja.

Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra. A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina. El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco.

Me dió un silencioso beso en el cuello, y sus labios abrasaban. Yo empecé á sentir no qué por aquel hombre. Me parecía hermoso, y luego... me trataba como no me había tratado ninguno. Los otros me habían tratado con desprecio. El me trataba como á una señora; se estremecía á mi lado, se ponía pálido. Me retuvo en sus brazos en la barca; y luego, siempre en sus brazos, me subió á la galera.

La niña repetía el mismo ademán de repugnancia y de miedo, sin atreverse a tocarlos; mientras Ramiro, alargando sus dedos, se los quitaba, uno a uno, entre sonriente y avergonzado. Enredadas en un rizo, dos de aquellas palomitas aleteaban sin cesar. El mancebo, al ir a cogerlas, retuvo a Beatriz pasándola el brazo por detrás de la espalda.

Serás muy desgraciadito y nadie te compadecerá. La mujer que primero te un beso, por esa te morirás y pasarás fatigas, y ella se reirá de ti... Velázquez sospechó en aquel momento que la máscara era Paca, y dijo riendo con fatuidad. Consiento en pasarlas. Dame un beso, prenda. No; no quiero tu desgracia sobre la conciencia... Suelta, niño. El la retuvo á pesar de sus esfuerzos.