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Hasta los 40 años, desde los nueve en que escribió El verdadero amante, observó este precepto de Horacio. Si bien compuso comedias que en 24 horas pasaron de las musas al teatro, tenía en cuenta la crítica poco ilustrada de los espectadores; sin embargo, dice muchas veces que no las conceptuaba dignas de darse á la prensa antes de someterlas á una revisión más cuidadosa.

También tenemos que hablar aquí de poetisas dramáticas, especialmente de la andaluza Ana Caro, y de la mejicana Juana Inés de la Cruz, llamadas ambas por sus admiradores las décimas musas. Consérvase de la primera una dramatización del romance caballeresco del conde Partinuplés, revelando una imaginación poco común.

Si D. Ignacio fuera un poeta inspirado ó un gran filósofo ó un estadista notable, tendrían, á no dudarlo, bastante importancia, sobre todo cuando se tratase de escribir su biografía; pero, desgraciadamente, no sentía ninguna afición á las musas, odiaba á los filósofos, y en cuanto á la política, quedaba reducida su actividad á leer El Tiempo, por lo cual no diremos más de su carácter ni de la influencia que ha ejercido sobre su siglo.

Pertenecen á la segunda clase, los críticos para quienes todo es malo, para quienes nadie sabe nada, para quienes nadie debe escribir; que vierten hiel sobre las primeras ilusiones de un alumno de las Musas, que mutilan sin piedad sus composiciones, ensañándose en ellas con tanta como alevosía, como cristiano contra moro.

«Adórete el coro de las musas, concédate Apolo presidirlas, y mande Júpiter que en el Gran Consejo de los dioses te sientes á su lado en silla de oro, entre tus dos perpetuas compañeras Minerva y Venus, y aclamándote las gracias, las musas y las demás diosas. ¡Decid, vitor pæan

¡Musas, decidme los nombres de los guerreros que allí cayeron ó salieron descalabrados bajo los garrotazos de los hijos magnánimos de Entralgo, porque yo no acierto á contarlos! , bizarro Angelín de Canzana, tumbaste de un estacazo en medio de la cabeza, al esforzado Luisón de la Granja, hijo del tío Ramón, famoso domador de potros.

Son imitaciones de Lamartine en estilo pseudoclásico; no me gustan, aunque demuestran gran habilidad en Anita. Además, las mujeres deben ocuparse en más dulces tareas; las musas no escriben, inspiran. La marquesa de Vegallana, que leía libros escandalosos con singular deleite, condenó los versos por mojigatos. «Que no se le mezclase a ella lo humano con lo divino.

Pepe Vera no había cesado de seguir los pasos de María; y como era favorito del público, le había sido fácil penetrar en lo interior del templo de las Musas, no obstante la enemistad que estas han jurado a las corridas de toros. María salía a la escena, al ruido de los aplausos, cuando se dio de manos a boca en el vestuario con Pepe Vera y algunos otros jóvenes.

En estos tres la gala y el aviso Cifró quanto de gusto en contienen, Como su ingenio y obras dan aviso. Con JUAN LOPEZ DEL VALLE otros dos vienen Juntos alli, y es PAMONES el uno, Con quien las musas ogeriza tienen. Porque pone sus pies por do ninguno Los puso, y con sus nuevas fantasias Mucho mas que agradable es importuno.

Puede ser. ¿Y los amores os han quitado el apetito? No por cierto. ¿No? pues me alegro; ni yo tampoco. ¡Dorotea! ¡amiga Dorotea! Decid á vuestra negra que nos de almorzar. Almorzaremos todos juntos dijo Dorotea. Que me place: almorzarán juntos el amor y las musas, una ninfa y un sátiro. ¿Y tenéis buena despensa? supóngolo. ¡Ah! me cuidan como una reina.