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Otrosí, abogaban a voces por Margarita su miserable fortuna, su orfandad y su abandono, en tanto que la riquísima doña Guiomar otra desgracia más que la del amor no tenía, y podría suceder muy bien que de ella se consolase, y todo al fin se redujese a contrariedad y despecho, que el tiempo iría gastando, hasta que al fin aquello no fuese para ella más que un enojoso recuerdo.

Yo le prometo no ser prolijo ni enojoso. Iré al grano. No crea usted que nada de lo que digo es a humo de pajas. Todo se necesita para que V. se entere. Vamos, siga V., y le repito que perdone mi interrupción. Pues, como iba diciendo prosiguió D. Gregorio , mi esposa es ahora una matronaza fresca y guapetona todavía, si bien los años no pasan en balde. Cinco hijos me ha dado como cinco soles.

Primero, porque nada hay más incómodo ni más enojoso que esos muñecos para una mujer que ama la sociedad... segundo, porque cuando se es bonita desea conservarse el mayor tiempo posible... y los niños, es sabido, son los verdugos de la belleza. No comprendo, Mariana, ¡a me parece...!

Viendo en Félix un muchacho cortés sin afectación, galante sin lisonja, discreto sin esfuerzo, que sabía hablar de cosas serias sin hacerse enojoso, ser franco sin parecer hipócrita, y comparándole involuntariamente con los demás que la cortejaban, resultó de aquel paralelo que la muchacha llegó a preferirle cuando ya en su alma, sin que ella lo advirtiera, penetraron las sensaciones que al amor preceden, al modo que en una habitación cerrada se deslizan las primeras claridades del día.

Lo esperaba... Entendámonos: esperaba que muerto don Celso y solo usted en su casa, había de parecerle ésta más grande, más negra y más triste que antes, y el tiempo que pasara en ella, muy largo y enojoso. Nada más natural en un hombre de los gustos, de la educación y de los antecedentes mundanos de usted.

Era el señor Munster, que, llevándose una mano al casquete, suplicaba humildemente: Señora, acuérdese de su promesa... La aguardamos en el salón para nuestra partida de bridge. Usted sólo falta para que empecemos. Mrs. Power sonrió con una amabilidad feroz. «Luego iré.» Y Munster, comprendiendo lo enojoso de su presencia, se retiró discretamente antes de que la dama le volviese la espalda.

¡Ah, merece un premio! Pues dásele. Aquí está extendida ya la provisión para él, de oidor de la real audiencia de Méjico, con las costas del viaje, y sólo falta la firma de vuestra majestad. El rey firmó la provisión, y la recogió el duque. Por aquí dijo para Lerma, guardando la provisión del licenciado Sarmiento , hemos salido de un testigo enojoso.

Luego pensaba en su padre. , , Tomás Rufete era un hombre desordenado, un hombre de insaciables apetitos y devorado por la envidia. Bien podía ser verdad lo que Nones decía, y Tomás autor de aquel dramático sainete, por satisfacer su codicia, o simplemente por obtener de la marquesa, mediante un pleito enojoso, cualquier suma, en calidad de transacción. Esto era razonable. ¿Qué demonio de lógica se escondía dentro de estas ideas, dándoles cuerpo y vida?... También pensaba en su madre. ¿Por qué siempre que Tomás Rufete hablaba de la marquesa, de los niños de la marquesa y de la indudable herencia y estado de estos niños, Francisca Guillén bajaba la cabeza, se ponía de mal humor y no añadía palabra alguna a las expresiones de su marido? Su madre, pues indudablemente debía darle ya este nombre, era una mujer honrada. Rufete la atormentaba y la dominaba.

Fuerza es decir algo sobre Shakspeare, y esto es lo difícil, lo enojoso para , sobre todo en pocas palabras. Shakspeare es el ídolo literario de Inglaterra.

Hay otras personas en el coche... ¡Pobres de nosotros, estamos perdidos! ¿Perdidos? exclamó la condesa después de un instante de reflexión . ¿Perdidos? Todavía no, Mathys, y aunque nos tenga que pasar algo enojoso, nos vengaremos de nuestros delatores. No triunfarán. Vamos, daos prisa, conducid a Elena a la bodega; bajo la torre de la escalera secreta. Nadie la encontrará allí.