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Resuena acaso el canto levantado En los oidos sordos de la muerte? Cabezas que animó fuego sagrado, Manos dignas del cetro y de la lira, Yacen talvez en túmulo ignorado En este campo que ninguno admira. No leyeron el libro portentoso Que enriquece del tiempo la corriente: La pobreza con soplo silencioso Congeló de sus génios el torrente.

Cuando leyeron a Salcedo la sentencia, propuso al virrey que le permitiese apelar a España, y que por el tiempo que transcurriese desde la salida del navío hasta su regreso con la resolución de la corte de Madrid, lo obsequiaría diariamente con una barra de plata.

Pero el progreso, que transformó fulminantemente en los tiempos de Eulame la vida de los hombres, también cambió con no menos rapidez la mentalidad de las mujeres. Leyeron, salieron á la calle, se interesaron por los asuntos públicos, frecuentaron las universidades.

Patente se ve la inmensa popularidad de La Celestina en España, durante el siglo XVI, así, porque de dicha obra se hicieron en aquel siglo cerca de setenta ediciones, como por los raros que son los ejemplares de todas ellas, demostrando que se leyeron mucho, a no ser que se presuma que en tiempos de mayor recato, hipocresía o pureza de costumbres hubieron de destruirse muchos ejemplares de un libro cuyo licencioso desenfado no puede negarse.

Oyeron vocear el papel, mandaron comprarlo, y sin poder llorar ni gemir, secas las gargantas, enjutos los ojos, atarazada el alma por la desesperación y la sorpresa, leyeron lo siguiente: «Pamplona, 9 Enero, 10,15 mañana. »El titulado brigadier Garzuaga fue ayer batido en Puente-Rey con pérdida de más de 300 hombres, caballos, armas, carros y municiones.

17 Y llevando el madero para , vino al lugar que se dice de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 19 Y escribió también Pilato un título, que puso encima del madero. Y el escrito era: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS. 20 Y muchos de los Judíos leyeron este título, porque el lugar donde estaba Jesús colgado del madero era cerca de la ciudad; y era escrito en hebreo, en griego, y en latín.

Además, del armario en que estaban faltaron varias obras que don José estimaba en mucho, por ser de esas que proporcionan el doble placer de recordar el tiempo en que se leyeron y afirmar las ideas que inspiraron: desaparecieron de la casa una Historia de las Cortes de Cádiz, la anónima del Reinado de Fernando VII, las Cartas a Lord Holland, de Quintana; una continuación al Mariana, escrita por Eduardo Chao; los Recuerdos, de Alcalá Galiano y otro de Toreno.

Cuando le leyeron a don Francisco la relación de la lucida fiesta, el buen señor no cesaba de repetir: «¡Quién sería el bobo, quién sería el bobo...!». Los primeros días después del sarao, Milagros parecía muy satisfecha. Paulatinamente su contento amenguaba, y hacia el 20 podríais notar en ella súbitos ataques de tristeza.

¡Cuál no sería el asombro de Laura y Coca cuando, sin preparación previa a causa de su vida retirada, leyeron las noticias de El Correo de las Niñas y La Mañana! ¿Será éste el Pérez que yo he inventado? preguntaba Coca, entre divertida y fastidiada. ¡Vaya una gracia con el Pérez que inventaste! respondió Laura.

3 Y puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la ley de su Dios cuatro veces al día, y cuatro veces confesaron y adoraron al SE