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Algo le tranquilizaba la idea de que le tostasen con símbolos en el caso desesperado de no salvarse, como deseaba seriamente. El primer esfuerzo que hizo Anita para salir de casa, tuvo por objeto llevar a su don Víctor a la Iglesia. Confesaron los dos con el Magistral.

Así es que se quedó como quien ve visiones cuando su madre, cierto día de precepto, al volver de la iglesia de Santa Cruz, donde ambas confesaron y comulgaron, le propuso el casamiento con Baldomerito. Y no empleó para esto circunloquios ni diplomacias de palabra, sino que se fue al asunto con estilo llano y decidido. ¡Ah, la línea recta de los Trujillos...!

3 Y puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la ley de su Dios cuatro veces al día, y cuatro veces confesaron y adoraron al SE

Rogó á todos los pasageros que le contaran sus aventuras uno después de otro, y Candido y ella confesáron que tenia la vieja razon. ¡Qué lástima es, decia Candido, que hayan ahorcado, contra lo que es práctica, al sabio Panglós en un auto de fe!

Teníamos la extraña suerte de poder naufragar en tierra firme: nuestra casa, tan cercana al mar, estaba expuesta á ver desaparecer su techo, ó tal vez todo un piso. Esto inquietaba no sólo á nosotros, sino á todos los habitantes del lugar, como nos lo confesaron, aconsejándonos la abandonásemos. Empero nosotros suponíamos que tan larga tormenta tendría fin, y contestábamos siempre: Mañana.

De allí a poco doña Inés comenzó a mejorar, recobró la salud y fue de nuevo durante algunos años alivio de pobres y consuelo de tristes. Los dos hermanos procuraron desde entonces no hallarse frente a frente. Cada uno de ellos era poseedor del secreto del otro y ambos se sentían avergonzados por aquel pasajero desfallecimiento que a nadie confesaron.

Comenzó a confesarlas, y halló que todas ellas se confesaron de unos mismos pecados en número y en especie, de lo que concibió que la risa que habían tenido sería originada de estar propalando entre los pecados de que habían de acusarse, pues no podía ser de otro modo el que todas se confesasen de unos mismos.

Y para mayor admiración debe ponderarse, que los años anteriores a éste se habían celebrado en esta ciudad dos Autos Generales, el uno a 2 de Abril de 1645, y el otro más vecino a 13 de Enero de 1675, sacando en el primero quince penitentes por varios crímenes, con cuatro más, relajados en estátua; y en el postrero veinte y cuatro reos, con otros seis en estátua, uno relajado en persona, quemado vivo por obstinado y pertinaz; sin embargo, ni en uno ni en otro Auto salió más que un judío, y este forastero, matritense, que fue el que murió en las llamas; siendo así que de los doscientos y doce que se reconciliaron el año 1679, los más, si no todos, como después confesaron ellos propios, eran ya muy de atrás judaizantes.

Prendieron algunos de la liga; otros, en ver prender sus compañeros, se pusieron en cobro. Los presos confesaron la traición, y así los ahorcaron de los pies como á traidores.

En algunos pocos se hubo de lidiar con los errores, siendo tan fácil el convencerlos, cuan difícil el hacerles confesar que lo estaban. Pero en fin, obrando la razón, y la gracia a lo que se puede creer, todos confesaron sus engañosos delirios, exceptos solos dos que quisieron estar pertinaces.