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El miedo a las expansiones naturales de aquel espíritu ardiente le había hecho cambiar el plan suave de los primeros días por aquel otro expuesto en el cenador del Parque, más parecido a la ordinaria disciplina a que él sometía a los penitentes; pero ya veía don Fermín que era preciso volver a la blandura y dejar al instinto de su amiga más parte en la ardua tarea de ganar para el bien aquellos tesoros de sentimiento y de grandeza ideal.

Dos anchas fajas de barro marcaban en los malecones el descenso de la marea. Apagábanse en la parte alta de la ría las luces de los anguleros, que durante la noche iluminaban el cauce como una procesión de invisibles penitentes.

Otras veces obligaba a las penitentes asiduas de D. Narciso a examinarse de doctrina cristiana; o bien las prohibía cantar en la iglesia después de un mes de ensayos, o retiraba de los altares los paños que ellas habían bordado y aplanchado, o las arrojaba de alguna capilla donde habían sentado sus reales, etc., etc.

El Magistral había salido de su casa disgustado. «A él no le importaba que fuese o no al teatro por ahora, tiempo llegaría en que sería otra cosa; pero la gente murmuraría; don Custodio, el Arcediano, todos sus enemigos se burlarían, hablarían de la escasa fuerza que el Magistral ejercía sobre sus penitentes.... Temía el ridículo.

Apresuré el paso y me metí en mi casa... Muy bien hecho, muy bien hecho... Pero aguárdese usted dijo Fortunata que ya no estaba exaltada, sino en un grado de humildad lastimosa, y su tono era el de los penitentes muy afligidos, que no pueden con el peso de sus culpas . Aún falta lo mejor.

Véase Torrejoncillo en su Centinela contra Judíos Cap. 4, pág. 48 y así se puede reparar en las listas de los penitentes arriba nombrados, que el renombre de los unos, es el que otros tienen por nombre. San Agustín sobre el Psalm 58, concione. Véase Lorino in Psalm 77. v. 66. Marcelino en su Historia y Carrafa de antiquit. desde el fol. 307.

Vaya si las tenía. Pero viéndose sola en aquel terreno de la incertidumbre, llenábase de tristeza y decía: «¿Me estaré quejando de vicio? ¿Seré yo, como aseguran, la más feliz de las mujeres, y no habré caído en ello?». Con estas consideraciones azotaba y mortificaba su inquietud para aplacarla como los penitentes vapulean la carne para reducirla a la obediencia del espíritu.

Y en fin en estos últimos de este año, en que se han quemado treinta y cuatro Reos en persona por relapsos penitentes; tres obstinados o impenitentes de vivo en vivo, y diez en estátua, todos fueron convencidos de relapsia, en el judaismo, que en el año 1676 abjuraron y muchos de ellos dijeron, que no obstante su abjuración pública siempre se habían quedado protervos y obstinados en su pérfido error.

Si mis pecados necesitan sangre que los lave, más de dos azumbres de la que corre por mis venas he dejado yo en tierra de Francia; pero perdida en buena lucha y no friamente y gota á gota, como la derraman los penitentes sin más ni más. Pero ¿qué es eso, mocito? Estás más blanco que las famosas plumas del casco de Montclus, que nos servían para reconocerle y seguirle allá en Narbona. ¿Qué te pasa?

La fama de la santidad y de la inocente y bondadosa indulgencia del padre Juan, hace que sean los niños y las jovencitas, educadas con el mayor recato, los que acudan a confesarse con él, en el tribunal de la penitencia. El optimismo del padre Juan y su dichosa manera de ver cuanto existe como al través de un prisma de color de rosa, vienen a corroborarse por la bondad de sus penitentes.