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En casi todas estas fiestas, que servían de regocijo á la corte de Felipe IV, había siempre, como parte integrante de ellas, así música como bailes, predominando al fin de tal manera uno y otra, que se transformaron por último en verdaderas óperas.

, ... La otra nada de eso, ¿eh? dije sonriendo estúpidamente. ¿La otra?... ¡Madre del Amparo, qué torbellino! Bastaba ella sola para revolver, no una clase, sino todo el colegio. Los castigos y penitencias nada servían con ella. Al contrario, yo creo que era peor castigarla.

Hasta el día en que nació este sentimiento en el misterio de su alma, nunca había mostrado preferencia por ninguno de los clérigos que servían la parroquia; antes bien juzgaba con severidad las de sus compañeras, que eran motivo de rivalidades y discordias entre partidarias del uno ó del otro padre.

32 Los cuales servían delante de la tienda del tabernáculo del testimonio en cantares, hasta que Salomón edificó la Casa del SE

Estaba construida con botes viejos de conservas, que reemplazaban a los ladrillos; el techo era de latas de petróleo enrojecidas y oxidadas por la lluvia. Unos tablones carcomidos empotrados en la pared exterior servían de bancos. El «Ventorro de las Latas» era el punto de reunión de los dañadores antes de emprender la marcha. Comenzó a cerrar la noche.

Ninguno volvió a tierra, ni se acomodó de más vestidos de aquellos con que había entrado en el navío, en el cual, sin repartir los oficios, todos servían de marineros y de pilotos, excepto yo, que fuí nombrado por capitán por gusto de todos.

Las vio de pronto como si acabaran de rasgarse unos velos sonrosados interpuestos entre ellas y sus ojos. Los hombres le parecieron sucios y de una avidez amenazante. Las mujeres, con una humildad bestial o francamente envidiosas, eran inferiores a las domésticas que la servían.

De cuán flojamente se pasó con los enfermos, porque se dió mejor maña á ser albacea que á hacerles curar, que si los que morían dejaban algunos dineros á los clérigos y frailes que allí les servían, se lo tomaba.

Las fiestas de la iglesia, los santos del día ó determinadas personas y circunstancias del momento, servían de tema para sus discursos, y en todos ellos había largas cuchufletas y donaires contra los frailes, que más de una vez ellos mismos se paraban á escuchar al loco cuando lo encontraban á su paso.

Toda la tarde y gran parte de la noche permaneció en la casita de la viña el grupo de amigos de Salvatierra. El dueño, rumboso y entusiasmado por la vuelta del grande hombre, sabía obsequiar a la reunión. Las cañas de color de oro circulaban a docenas sobre la mesa cubierta de platos de aceitunas, lonchas de jamón y otros comestibles que servían de pretexto para desear el vino. Todos lo saboreaban entre palabra y palabra, con la prodigalidad en el beber propia de la tierra. Al cerrar la noche muchos se mostraban perturbados: únicamente Salvatierra estaba sereno.