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Actualizado: 17 de junio de 2025
La ordenada turba de monagos, clérigos, cofrades, archicofrades y penitentes seguía desfilando. La gorda y su hermano se hacían lenguas cada vez que pasaba un estandarte, una cruz. El codo de Lázaro tocaba el codo de la devota, y ésta tenía cruzadas las manos, y la cabeza inclinada á un lado, porque sin duda le halagaba el suave roce de las adelfas.
Hasta se confesaba, en principio, partidario de las teorías de Darwin, cosa que tenía sorprendidos e inquietos a algunos de sus timoratos amigos y penitentes, pero esto mismo contribuía a infundirles más respeto y admiración. Cuando hablaba para las señoras solamente, prescindía de toda erudición que pudiera parecerles enfadosa; adoptaba un lenguaje mundano.
Esta comitiva compuesta de mas de 500 personas se dirigia al mercado donde se celebraba el auto de fé. Cuando despues de la expulsion de los moriscos fue menor el número de los penitentes, se celebraron en el 2.º patio de la ALJAFERIA haciéndose por los inquisidores el recibimiento del regente, oidores, Justicia de Aragon y jurados en la sala baja que llamaban de los mármoles.
Y sin embargo, el corto número de sus penitentes aseguraba que era un confesor prudente, discreto y delicado en sus preguntas.
Doña Cristina y su hija fueron pasando entre las filas de penitentes arrodilladas á los lados de los confesonarios. Para ser verano estaba muy concurrido el templo. Pero la de Sánchez Morueta reconocía la influencia de la estación en la clase de público. Las señoras eran menos que en el invierno.
Al recordar estas antigüedades ¿quién no se admirará de la diferencia de los tiempos? ¿Quién no traerá á la memoria estas escenas, al ver salir los brillantes regimientos de la guarnicion del castillo de la ALJAFERIA, de donde salian antes los penitentes, los religiosos de varias órdenes, y los ministros de la inquisicion; instituciones que ya han desaparecido, y que pertenecen á la historia?
Después de recoger el último suspiro de los moribundos, el gozo mayor del novel presbítero consistía en sentarse en el confesonario y esclarecer la conciencia de sus penitentes y conducirlos por el camino de la perfección. Pero este gozo fue decayendo al observar la pequeñez, la insignificancia de los sujetos que a su tribunal se acercaban.
Tenía éste pésima idea de los efectos morales de los baños de todo el Cantábrico, y especialmente de los baños de Palomares. La mayor parte de los penitentes volvían de aquel pueblo de pesca con la conciencia llena de pecadillos que, si tratándose de otros casi le hacían sonreír, en la Regenta le hubieran hecho muy poca gracia.
Parece que uno de los parodiadores de Cristo empujó maliciosamente a otro compañero, que no tenía aguachirle en las venas y que, olvidando la mansedumbre a que lo comprometía su papel, sacó a relucir la navaja. Los demás penitentes tomaron cartas en el juego y anduvieron a mojicón cerrado y puñalada limpia, hasta que apareciéndose el alcalde, dijo: ¡A la cárcel todo Cristo!
Cubiertos los rostros y vestidos con túnicas blancas ó negras, iban muchos penitentes, llevando á hombros pesadas cruces; otros, desnudas las espaldas, se iban azotando con la mayor furia que era de ver: estos, traían grillos ó esposas á las manos; aquellos se iban dando martirio con un cilicio; y como quiera que hombres y mujeres iban rezando en voz alta y entonando fúnebres salmodias, el cuadro presentaba en conjunto un aspecto lúgubre y sombrío, de lo más característico de aquellos tiempos.
Palabra del Dia
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