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Actualizado: 17 de junio de 2025
No las descubras, porque si las tienes hace tiempo guardadas deben de oler á podrido. Los sacerdotes tienen obligación de escuchar en confesión á los penitentes... Pero es á los que llegan arrepentidos. Yo lo estoy, padre Francisco. ¿Sí? Pues no vivas más tiempo en pecado mortal. Cásate con Soledad. Velázquez soltó una risotada. ¡Ya pareció aquello! Me extrañaba que tardase tanto.
Iba la procesion al Mercado: el que llevaba la cruz subia al tablado donde habian de estar los penitentes, y la dejaba sobre el altar, quedando por la noche bajo la custodia de los religiosos de la Santísima Trinidad.
UN HOMBRE. ¡Demonio, qué injusticia! se concede eso a un renegado y se me negaría quizás a mí. JUANA. Mira, Pepa, los penitentes con el ataúd. PEPA. Detrás va el verdugo ¡Virgen santa! no es feo para ser un verdugo; sólo que está muy pálido. JUANA. Muy sencillo; es el verdugo de Córdoba que viene a reemplazar al nuestro, y como nunca ha matado aquí... pues, claro, se encuentra cohibido...
Son los Penitentes, dijo; unos frailes que á cada paso encontrábamos en Francia y muy numerosos en Italia y Bohemia, pero apenas conocidos todavía en Inglaterra, donde ciertamente no esperaba yo verlos. Aun los pocos que aquí hay son todos extranjeros, según me han dicho. ¡En avant! Pongámonos al habla con esos reverendos que en tan poco estiman su pellejo.
Ello es lo cierto que la concupiscencia no es tan feroz en el día como en tiempos pasados. ¿Cuánto no sorprenden aquellos penitentes solitarios, que después de crueles y largos ayunos aun no podían domar y poner freno a ciertas malas pasiones, que representaban en su lenguaje místico llamándolas el asnillo? ¿Cuánto no espanta, por ejemplo, aquel San Hilarión, que no comía más que una docena de higos secos al día, y tuvo que acortarse la ración en más de la mitad, porque se sentía muy bravo y emberrenchinado?
Los Amores de Aurora: segunda parte del Herrero del convento; un tomo 8.º, de 668 páginas, 2 pesetas. La justicia de los bohemios: tercera parte y última del Herrero del convento; un tomo 8.º, de 567 páginas, 2 pesetas. El Capitán de los penitentes negros; 2 tomos, 2 y 2,50 pesetas. El Diamante del Comendador; un tomo, 1,50 pesetas. =PEREDA.= Sotileza. 1885; un tomo, 4,50 y 5 pesetas.
Aunque de algún tiempo a esta parte se han suprimido muchísimos detalles grotescos de las antiguas procesiones, aún he visto figurar la representación plástica de las escenas de La Pasión, el Señor bajo la cruz, las santas doloridas... y el judío, el pícaro judío, vestido a la romana, de nariz encorvada, frente estrecha, gran abundancia de pelo y ojos torvos, a quien el pueblo enseña el puño y que pasaría por cierto un mal rato, si los guardianes, vestidos como los penitentes de la Santa Hermandad, con el sombrero de pico y el rostro cubierto, no estuvieran prontos a la defensa.
»Contrato elevado en Pamperigouste, en el estudio de Honorato, estando presentes Francet Mamaï, tañedor de pífano, y Luiset, alias el Quique, portador de la cruz de los penitentes blancos. »Los cuales firman con las partes y el notario, previa lectura...» ¡Valiente susto les he dado a los conejos!
Todo menos eso respondió D. Acisclo . No me llama Dios por ese camino, y cualquier otro estado es bueno para servirle. Eso es indudable dijo entonces doña Luz . Yo no he creído nunca que a V. le pudiese entrar la manía de imitar a los solitarios penitentes; pero he pensado, como mis amigos, que usted medita y prepara, desde hace días, un cambio en su manera de ser y de vivir.
Las personas desconocidas, las mujeres de pueblo no se atrevían a tanto, y las pocas de esta clase que confesaban con él acudían en montón a la capilla obscura cuyos secretos envidiaba don Custodio; allí esperaban el turno de las penitentes anónimas. Estas humildes devotas ya sabían cuáles eran los días de descanso para el Magistral.
Palabra del Dia
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