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Y así como en otros centros de enseñanza donde hay verdaderos deseos de que los muchachos aprendan, tales descubrimientos suelen alegrar á los profesores, así tambien en un colegio dirigido por hombres convencidos en su mayor parte de que el saber es un mal, al menos para los alumnos, el caso de Basilio tuvo mal efecto y nunca más se le preguntó en todo el resto del año. ¿Para qué si no hacía reir á nadie?

Se incorpora con gran esfuerzo, canta una romanza con su voz más fuerte y expira entre los aplausos de la sala. Todos los habitantes de Corfú están convencidos de que Juana ha muerto a consecuencia, no sólo de una herida, sino también de una serie de gorgoritos.

Estos y otros lectores asiduos se pasan los periódicos de mano en mano, en silencio, devorando noticias que leen repetidas en ocho o diez papeles. Así se alimentan aquellos espíritus que antes de las once de la noche se van a dormir satisfechos, convencidos de que el cajero de tal parte se ha escapado con los fondos. Lo han leído en ocho o diez fuentes distintas.

Lo cierto era que desde el anochecer, toda una procesión de clientes, anonadados unos y amenazantes otros, entraban en las oficinas del banquero, no encontrando otra cosa que las mesas abandonadas y algunos empleados quejumbrosos y todavía no convencidos de la ruina de su principal.

También protege á ciertos jóvenes que se presentan con solemnidad, convencidos de una gloria que sólo existe entre sus camaradas ó en las páginas de alguna revistilla que nadie lee... Debe usted ver eso. Difícilmente encontrará en París una casa semejante. Además, he prometido á la pobre condesa que asistirá usted á su fiesta, y me enfadaré si no me obedece.

El noble mancebo es al fin inmolado; pero convencidos los sitiadores de que el gobernador de la plaza no ha de ceder ya, se alejan de los muros de Tarifa. A la escena del sacrificio del joven Guzmán sigue otra, no inferior en belleza. El padre del muerto se esfuerza en demostrar su firmeza, é intenta ocultar á su esposa lo sucedido.

D.ª Rosario, creyendo á su hijo muerto, se dió á gritar como una loca. Convencidos, sin embargo, prontamente D. Baltasar y los criados de que no era más que un simple desmayo, lograron calmarla. En efecto, Octavio no experimentaba más que un adormecimiento del cerebro producido por la conmoción.

Su mujer, Marcial, hasta yo mismo, extralimitándome en mis atribuciones, le decíamos que la cosa no tenía duda, a ver si dándonos por convencidos se templaba el vivo ardor de su manía; pero ni por ésas: su manía le acompañó al sepulcro.

»Con todo, convencidos de que las lamentaciones no nos sacarían del apuro, sacamos fuerzas de flaqueza y caminamos una hora más. Pero todo fue inútil; nuestro intrépido esfuerzo se estrelló contra la fatalidad que nos había metido en aquel laberinto cada vez más intrincado. Magdalena acabó por caer rendida al pie de un árbol y yo comencé a sentir que mis fuerzas también me abandonaban.

Hizo emprender al rocín un trotecillo presuntuoso, cual si fuese un caballo de casta, y vio cómo después de pasar él se asomaban á la puerta Pimentó y todos los vagos del distrito con ojos de asombro. ¡Miserables! Ya estarían convencidos de que era difícil hincarle el diente, de que sabía defenderse solo.