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En tanto que las armas catalanas y griegas se ocupaban en su misma ruina, los turcos libres del miedo que el ejército de entrambas les pudiera dar, si concordes y unidos prosigueran la guerra, volvieron á seguir el curso de sus victorias, y ocupar las Provincias de la Asia, no teniendo ejército que se les opusiese á la corriente de su próspera fortuna.

Ninguno de los médicos había dado a la madre la menor esperanza. A sus preguntas contestaban con palabras que nada prometían; pero apenas estaban fuera de la alcoba, meneaban la cabeza con triste expresión, como afirmando que nada les quedaba que hacer allí. En medio de su dolor, la obsesionaba una idea cruel. Recordaba el terrible momento en que Juanito había caído inerte al conocer su ruina.

Porque á la ruina de los templos y monasterios acompañaron ahora aquellas enconadas persecuciones de los mismos cristianos apóstatas de que dejamos hecho mérito; aquellos conciliábulos prohibiendo declarar la ; los padecimientos de Sanson y de Eulogio, de todos los mártires mencionados por ellos en estos años, y de otros infinitos de quienes no hicieron memoria: puesto que el mismo santo doctor dice que eran tantos los que se ofrecian al martirio, que los infieles pedian á los cristianos los contuviesen, y que era tan universal el fervor de padecer por Cristo, que hasta los párvulos se ofrecian al cuchillo de los verdugos.

«Don Augusto de mi alma le dijo , por Dios, no la abandone usted... Mire usted que lo hace, y lo hace... y yo me muero...». Capítulo XVIII Muerte de Isidora. Conclusión de los Rufetes Aunque Augusto no manifestó su propósito, lo tenía, y muy firme, de no abandonar a la infeliz mujer que tan sola y en peligro de ruina estaba.

Aquella espléndida ruina llama mucho la atencion, pero no interesa como el palacio de verano, porque el viajero llega solo preocupado con lo que tiene el carácter de morisco ú oriental. La primera impresion que se siente al penetrar en el famoso recinto es de desilusion.

A pesar de las advertencias de sus amigos y compañeros, no podía vencer aquella pasión del juego, que tarde o temprano había de conducirle a la ruina. Pepa le observaba disimuladamente, y con la penetración maravillosa de las mujeres adivinaba debajo de su exterior frío, tranquilo, mucha mar de fondo.

Ahora bien; no hay negro que no sea comunista, como no hay canónigo que no sea conservador. El día que suceda lo que se teme, habrá una invasión a las propiedades de los blancos que, reprimida o no, traerá seguramente la ruina.

No me hizo admirar aquesta ruina, Que el cazador que entra por un coto, La caza mata, toda cuanta atina; Y el soldado que al campo roto, Del alto abajo todo desollina: Mas pena me dió el ver que aquel piloto Que tengo referido, lusitano, En el puerto á Candish metió de mano.

Con no mirar sus cuadros ó con no oir ó leer sus versos se remedia todo el mal que causan. No sucede lo mismo con aquellas profesiones de las que depende la grandeza ó la ruina de los Estados, la vida de muchos hombres y la hacienda de todos, desde el gran capitalista, al que tiene que vivir de un salario mezquino.

Ya no era más que una ruina: podía burlarse de ella el muchacho, pero en otro tiempo le habían dicho cosas mejores los caballeros que venían con el difunto amo a ver los potros del cortijo, celebrando las comidas que ella les guisaba.