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¿Pero qué otro objeto podía tener? pregunté yo. ¡Quién sabe, Shanti, quién sabe! me dijeron. Alguno llegó a manifestar la sospecha de si Machín no habría salido con su barco con la idea de hacernos naufragar. No era posible convencerles de otra cosa y los dejé. A un marinero, y a un marinero vascongado, no se le convence nunca de nada.

Menos deseo la gracia de vuestras casquivanas medusas, ni el ondulante encanto de sus cabellos inflamados que atraen, las crean enemigos y las ayudan á naufragar. ¡Oh madre! sólo deseo una cosa, ser... ser uno, y sin apéndices externos y comprometedores ser rechoncho, fuerte en mismo, redondo, pues es la forma más á propósito para podernos librar de las garras de los demás, el ser, en fin, centralizado.

A me conmueve la piedad de los hombres de mar que vienen aquí descalzos, trayendo su recuerdo á la Virgen, por haber estado próximos á naufragar y no haber naufragado. Gran cosa es la fe. Lo mismo que á ellos, les ocurre casi todos los días á marineros ingleses, suecos ó americanos que son protestantes ó no son nada, y se salvan á pesar de no tener una Virgen de Begoña á quien recomendarse.

Era, pues, de noche, y el levante que soplaba sobre la costa, erizada de rocas, era un poco más violenta que no lo fue cuando el memorable vendaval de 1797, que hizo naufragar a todas las embarcaciones fondeadas en la rada de Cádiz; todo pereció, personas y buques. Era uno de esos temibles huracanes durante los cuales los marineros se quedan lívidos y creen en Dios.

En La octava maravilla se nos presenta un Rey de Bengala, dedicado al estudio de Hipócrates y Galeno, que excitado por las pomposas descripciones, que le hace un arquitecto español de la geografía de España y de la genealogía de sus familias más distinguidas, se resuelve á visitar á la Península, y después de naufragar en las islas Canarias llega á Sevilla, en donde finge ser un criado y se enamora de una beldad sevillana, convirtiéndose al cristianismo y regresando después á su reino para propagar en él su religión.

Yo muchas veces pensé si nuestro capitán estaría loco, porque algunas noches se las pasaba sin dormir, andando por el cuarto, llorando e invocando a la Virgen. Quizá le remordían sus crímenes. Antes de ser negrero, el Viejo, según decían, había hecho naufragar varios barcos asegurados, llegando hasta exponer su vida. Tantos naufragios seguidos le dieron una buena fortuna y una mala fama.

Contar, por extenso, los peligros de caer en manos de enemigos, no menos de Dios que de los españoles, de naufragar en escollos, de encallar en la arena, de contrariedad de vientos, de tempestades en el agua y en el aire, sería nunca acabar; parecía que todo el infierno había tocado al arma y salido del abismo para impedir con todo el esfuerzo posible el feliz logro de este viaje; y Dios, cuyos juicios, como dijo David, son un abismo insondable, permitió no se lograse una empresa tan deseada de tantos pueblos y ciudades.

»Mi tío frunció su entrecejo; porque después de la revolución de Masaniello, no podía oír tranquilamente la palabra pescador. No obstante, como en la cavatina de Pórpora el pescator felice concluye por naufragar, este desenlace, más sin duda que el modo con que yo canté, causaron tanto placer a mi tío, que exclamó: »¡Bravo! ¡bravo! ¡Pide lo que quieras, te lo concedo por el día que celebramos!

«Del gran dia celeste monumento, «Donde arde su divino pensamiento «Como el fuego sagrado en el altar: « alumbrarás del mundo las edades «En medio de las negras tempestades «Para impedir al mundo naufragar.

Ademas de esto, hay el gran riesgo de acercarse á la costa, ó dar fondo sobre ella para esperar á que cresca el agua, pues entretanto puede soplar el viento de travesía, y naufragar cualquiera embarcacion.