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¡Cuál no sería el asombro de Laura y Coca cuando, sin preparación previa a causa de su vida retirada, leyeron las noticias de El Correo de las Niñas y La Mañana! ¿Será éste el Pérez que yo he inventado? preguntaba Coca, entre divertida y fastidiada. ¡Vaya una gracia con el Pérez que inventaste! respondió Laura.

En el salón estaba Lucía Moreno, sentada al piano, fastidiada porque no podía sacar una pieza de memoria. Muñoz fue a sentarse a su lado. Empezó a divagar extrañamente, bajo la influencia de su obsesión. Haga música triste, Lucía. Por ejemplo, la marcha fúnebre de Chopin, o de Sigfrido. Las amigas que vengan podrían vestirse de Walkirias. ¡Qué terrible sería Adriana transformada en una Walkiria!

¡Bueno! dentro de diez días solamente, pero te advierto que entonces me instalo en Longueval para no salir más de allí. En primer lugar, con esto daré gusto a mamá, que aunque todavía está un poco fastidiada con las americanas, y dice que buscará medio de no encontrarlas nunca, ¡yo la conozco bien a mamá!

María Teresa demostraba, a pesar suyo, alguna frialdad, y Diana fastidiada por este silencio, no se atrevía a iniciar el único motivo de conversación que la interesaba. La campana de jardín anunció una visita; Diana se levantó, curiosa, y volvió precipitadamente hacia su prima. ¡Ah, esto es demasiado! ¡Adivina quién está ahí! ¡Martholl mismo! ¡Ha dejado a Alicia y renunciado a su bicicleta!

Además, ¡qué tardes aquellas en que quería ser buena; cuando cansada de pasear por el huerto, fastidiada en su carácter ligero y voluble por la monotonía de los naranjos y las palmeras, se refugiaba en el salón poniendo sus manos en el piano!

Llegó entre los últimos, con la tez verdosa, la expresión hambrienta o fastidiada. Lo agarro del brazo: Aquí lo tienes, Yolanda digo a ésta. Es Lotario Pütz, hijo único de Pütz, hijo mío, casi. Dale la mano, llámale Lotario. Y al ver que ella vacilaba, tomé sus cinco dedos y los puse entre los de Lotario.

Aquí no podía menos de sonreírse Juanita, a pesar de lo fastidiada que estaba, y luego proseguía: «Cierto que yo no soy mala y que amo a Dios sobre todas las cosas y que me complazco en darle adoración y culto; pero también, ¡qué diantres!, ¿por qué no confesarlo?, también me amo y me doy culto a misma. Quizá sea pecado.