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Allende el seto vive un pariente de mi mujer, pero la suya es lo más mordaz y maldiciente que conozco y como mi aventura llegase á oidos de aquella bruja no me atrevería á asomar la cara fuera de mi casa en un mes. Pero si vos quisierais, mi buen señor, podríais hacerme una grandísima merced con sólo desviaros de vuestro camino cosa de dos tiros de ballesta y....

En un principio le decía en voz baja tenía de tiempo en tiempo como el presentimiento de que vos podríais tomar la forma de mi oro; porque adondequiera que volviera la cabeza me parecía ver mi tesoro, y pensaba que me sentiría feliz si pudiera tocarlo y convencerme de que había vuelto. Pero esto no duró.

Señor cura, voy a decir algo horriblemente indiscreto... Pero veo la mesa puesta y... ¿No podríais invitarnos a comer? ¡Bettina! dijo madama Scott. Dejadme, Zuzie, dejadme en paz... ¿No es verdad que queréis, señor cura? Pero el anciano cura no encontraba nada que responder.

Al llegar á la puerta de su aposento, el corchete adelantó y le asió por un brazo. Pero señor dijo Montiño , ¿creíais que me iba á escapar? No; no, señor dijo el alguacil , pero podríais olvidaros de , entraros, cerrar la puerta y dejarme fuera.

Bueno, papá dijo Nancy , ¿es en verdad necesario que os volváis a tomar el a vuestra casa? ¿No podríais quedaros con nosotros en una tarde que parece va a ser tan hermosa? El viejo señor Lammeter acababa de hablar con Godfrey del impuesto creciente para los pobres y de la ominosa época actual, de modo que no había oído la conversación de sus hijas.

Es que no , no me atrevo dijo la sirvienta con desconfianza . El señor está acostado todavía. ¿No podríais esperar una media horita? No, os ruego que vayáis en seguida y digáis al señor Federico que el aya del castillo de Orsdael ha venido a hablarle de cosas importantes. ¡El aya de la señorita de Bruinsteen! exclamó la sirvienta con sorpresa . ¡Oh, ya comprendo! , , voy a llamarlo.

Doctor, vos me habéis dicho que, a no ser por la trastada de ese maldito gato, hubierais podido colocarme nuevamente la nariz en su sitio, cosiéndomela con cuidado. ¿Me lo habéis dicho, o no? Sin duda, y os lo repito. Y si lograse comprar la nariz de algún pobre diablo, ¿podríais también colocármela en reemplazo de la mía? Claro está que podría... ¡Oh, magnífico!

Solo vos, no podríais defenderos de la multitud de hombres de valía que acechan el favor de su majestad; con vos yo, falta á esos hombres un aliado, y vos tenéis en unos ojos que todo lo ven, unos oídos que todo lo oyen. Puesto que os tengo cogido... ¡Cogido!... Preso, y de tal modo, que no os podéis mover; voy á deciros las condiciones... ¡Vos, condiciones á !

El cura, a pesar de la resistencia de Juan, iba a lanzarse en el panegírico de su ahijado, cuando Bettina intervino, diciendo: Es inútil, señor cura; no digáis nada... todo lo que podríais decir, lo sabemos. Hemos cometido la indiscreción de tomar informes sobre el señor... ¡oh! casi dije el señor Juan... sobre el señor Reynaud. ¡Y nos los han dado admirables!

Solo de un modo podriais ser más desgraciados que los habitantes de esta Babilonia, que me aturde: teniéndoles envidia. =Dia sétimo=. Casa de Ciudad, arco del Triunfo, Obelisco. Mis queridos lectores, ayer os he hablado de las Casas Consistoriales y del arco del Triunfo, y os debo algunas palabras sobre ambos monumentos, representantes de célebres y poderosas tradiciones políticas de este país.