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A ratos vivió alegre, igual que un gorrión, este poeta loco, amador e indolente; otras veces, sombrío cual Clitandro doliente... Cierto día, una mano llamó a su habitación. ¡Era la Muerte! Entonces, él suspiró: Señora, dejadme urdir las rimas de mi último soneto . Después cerró los ojos acaso, un poco inquieto ante el helado enigma para aguardar su hora...

¡Digno señor! exclamó el médico que se había adelantado hasta el pie del tablado, piadoso Sr. Dimmesdale, ¿sóis realmente vos? , , seguramente que . ¡Vaya! ¡Vaya! Nosotros, hombres de estudio, que tenemos la cabeza metida en nuestros libros, necesitamos que se nos vigile. Soñamos despiertos, y nos paseamos durmiendo. Venid, buen señor y amigo querido; dejadme que os conduzca á vuestra casa.

¿Pero estáis loco?... tengo que deciros graves cosas... ¿no me conocéis, tío? ¡La reina!... ¡la reina!... ¡dejadme, don Francisco!... ¡aquel paje!... ¡es el amante de la Inés!... ¡el pañuelo encarnado está en la ventana!... ¡Ah! exclamó Quevedo con una expresión terrible por su horror ¡un paje!... ¡un plato!... ¡el pañuelo!... Y soltó al bufón, que se lanzó á la puerta de la antecámara.

¡Es inútil que nos supliques; somos inflexibles Nos vamos, Marenval, nos vamos. Entonces, no hagáis el tonto, dijo Marenval con solemnidad. Las circunstancias, como veis, son graves. Dejadme amablemente con Tragomer. Y en recompensa... ¡Ah! ¡ah! Un regalo! exclamaron las damas. ¡Bueno! , un regalo, dijo Marenval. Mañana, en todo el día, recibiréis un recuerdo mío. Las mujeres batieron palmas.

¡Dejadme ir a tierra! exclamaba el pobre Capitán, mesándose el cabello . ¡Dejad que vaya a vengar a mi tripulación! ¿Para haceros matar, señor? respondía el viejo piloto . No; hemos hecho todo lo posible por salvarlos, y no debéis seguir exponiendo vuestra vida ni la de vuestros sobrinos.

¡Dios mío! pero dejadme pensarlo. Ni un momento. Pues bien dijo Montiño , sobre vuestra conciencia caerá ese asesinato... no seré yo quien mate, sino vos... que me dáis á elegir entre mi muerte... una muerte horrible, y la muerte de otro. En buen hora; yo cargo sobre mi conciencia con ese crimen. Y si sabéis que es un crimen, ¿por qué le cometéis?

Me pregunto con inquietud si puedo ser la esposa de un hombre a quien acusan de haber cometido un crimen. ¡Cómo! ¿qué decís? exclamó el intendente palideciendo . ¿Un crimen? ¿Y os referís a ? ¡Chito! ¡chito! dejadme proseguir.

El capitán se lleva la mano á los ojos y permanece algún tiempo inmóvil y silencioso. Ya no era aquel viejo apuesto, vigoroso, que en fuerzas y agilidad podía competir con cualquier joven. En pocos meses se había trasformado en un anciano caduco. Gracias, gracias murmuró con voz débil. Dejadme solo. Llorando y en silencio fueron saliendo todos los tertulios.

El padre Laguardia le ayuda en esta tarea, haciendo lo posible por sujetar al presbítero gordo, el más sanguinario de todos. ¡Dejadme, dejadme! gritaba con voz estentórea. Quiero arrancar todas las muelas a ese esprit fort. Y este deseo extravagante, más propio de un dentista que de un licenciado en sagrada teología, llenaba de terror el alma de Moreno.

Creo, señorita, que mejor sería procurar despertarlo discretamente para que no comprenda que lo habéis visto dormir. Dejadme hacer dijo Bettina. Zuzie, cantemos algo, juntas, a media voz primero, luego la elevaremos poco a poco... Cantemos. Bueno; pero ¿qué cantamos? Cantemos: Something childish... La letra es de circunstancia.