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Si vosotros gustáredes de acetar este partido, sin defenderos, gozaréis de las vidas y de la libertad, que no se os ha de cautivar en ningún modo; miradlo, y si no, aparejaos a defenderos de nuestras armas, continuo vencedoras." "Contentóme la brevedad y la resolución del que nos hablaba.

Solo vos, no podríais defenderos de la multitud de hombres de valía que acechan el favor de su majestad; con vos yo, falta á esos hombres un aliado, y vos tenéis en unos ojos que todo lo ven, unos oídos que todo lo oyen. Puesto que os tengo cogido... ¡Cogido!... Preso, y de tal modo, que no os podéis mover; voy á deciros las condiciones... ¡Vos, condiciones á !

Esta obra, este monumento, este tabernáculo prosiguió el canónigo resume también, probado y purificado, es cierto, en el crisol de Santo Tomás, todo el saber del Estagirita; pero, a fin de formaros en la veneración de este otro filósofo admirable y defenderos contra ciertas ideas que corren como peste por las aulas, quiero leer agora, a guisa de vestibulum, un opúsculo que acabo de componer contra Pedro Pomponacio y algunos españoles que, siguiendo la singularidad de Alejandro Afrodiseo, afirman que Aristóteles sintió y escribió que el alma racional muere con el cuerpo.

Los arcos tienen rotas las cuerdas, las puntas aceradas de las flechas están vestidas de orin: los perros que guardan el rebaño son pocos para el número de las fieras. ¡Ay desdichados corderos! ¿qué será de vosotros si no sacais fuerzas de flaqueza i no procurais defenderos de vuestros iracundos i feroces enemigos

¿Y no os ha dicho por qué os quiere de una manera tan sorprendente, ni quién pueda haberla mandado para consolaros o defenderos? ¡Ah, Federico! Marta cuenta a ese respecto cosas extrañas. ¿Sabéis quién la ha enviado a ? Un hombre que hace cerca de veinte años que está en el cielo. Un héroe, un oficial de húsares, condecorado con la cruz de honor. ¡Un oficial de húsares! exclamó el joven.

Yo he venido á deshacer vuestras rebeldías, señor duque de Uceda dijo el duque de Lerma, mientras doña Ana, aturdida, encendía las bujías. ¿Mis rebeldías, excelentísimo señor? dijo el duque con calma ¿pues acaso hago yo otra cosa que defenderme? Defenderos, ¿de qué? De los agravios que vuecencia me ha estado continuamente haciendo por celos.

Tened calma, os lo suplico, Mathys... De esa manera le arranqué el secreto de sus intenciones y obtuve de ella los medios de defenderos contra ella: Pero, ¿qué le pasa por la cabeza? murmuró Mathys, aplastado por aquella revelación . ¿Se ha vuelto loca entonces? No, sabe muy bien lo que quiere.

Si necesitáis de nuestras armas para defenderos, ó no sois lo que mostráis, ó mostráis ser lo que no soisEsta conclusión, deducida de los principios de la razón natural, fué bastante para que la gracia del Espíritu Santo penetrase de allí á poco su corazón, y de un tizón que era del infierno, le convirtiese en un ángel del Paraiso.