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Desde aquel instante, yo, Rodrigo Moncénigo, barbero del Rey, fui restablecido en mis funciones, así como en los derechos y honores de mi cargo. Habiéndose hecho llevar la Reina una cruz de Calatrava, con el permiso de su augusto esposo, la puso, con su propia mano, en el pecho de Farinelli. Ahí tiene usted continuó el barbero mirando al marqués de Priego cómo fue condecorado el músico.

Hoy, la aparición de aquel buen mozo en la misma ventana de otro tiempo... turbaba sus ideas como una interrogación. Su nombre, sus facciones, su edad, todo era materia de suposiciones y de hipótesis. Siendo capitán y estando condecorado, debía de tener veinticinco o treinta años, aunque apenas los representaba.

Al encargarse del gobierno político y militar del Callao, en 1824, el brigadier don José Ramón Rodil, hallábase condecorado con las cruces de Somorso, Espinosa de los Monteros, San Payo, Tumanes, Medina del Campo, Tarifa, Pamplona y Cancharrayada, cruces que atestiguaban las batallas en que había tenido la suerte de encontrarse entre los vencedores.

En el Nuevo Mundo sólo hay preocupaciones de raza para el negro, y como nadie se fija en los judíos, éstos pierde el rencor que inspira la persecución y acaban por confundirse con los demás... A propósito; también viene un barquero de París, un señor condecorado, de barbas rojas y largas, que usted habrá visto por las mañanas en el paseo con las piernas envueltas en una piel y estudiando mamotretos llenos de cifras.

Se temía que el vencedor, muy respetuoso para con la propiedad particular, no lo fuese tanto con las colecciones del Estado. Por esta razón, de todos los Museos de la ciudad, sólo permanecía abierto el del señor de Sieboldt. En su calidad de oficial holandés y condecorado con la cruz del Aguila de Prusia, pensaba el coronel que nadie intentaría atacar su colección en su presencia.

Un arquitecto condecorado con muchas órdenes extranjeras, y que además ostentaba el título de «Consejero de Construcción», era el encargado de modernizar el edificio medioeval sin que perdiese su aspecto terrorífico. «La romántica» describía por anticipado las recepciones en el tenebroso salón, á la luz difusa de las lámparas eléctricas que imitarían antorchas; el crepitar de la blasonada chimenea, con sus falsos leños erizados de llamas de gas; todo el esplendor del lujo moderno aliado con los recuerdos de una época de nobleza omnipotente, la mejor, según ella, de la Historia.

Nació en París; estudió en el liceo Luis el Grande; entró a la administración pública como redactor en la Secretaría del Ministerio de Estado ; fue nombrado jefe de sección del Ministerio de Argelia y de las Colonias , puesto que desempeñó hasta 1861, pasando entonces a ocupar el de secretario redactor del Cuerpo Legislativo. En 1864 fue condecorado con la Legión de Honor.

De la cómoda estilo Imperio en que dormían las reliquias del pasado, sacó un estuche con las iniciales G. R. que contenía una cruz minúscula que era una verdadera joya artística. Este fue el regalo de novio de mi pobre madre a mi querido papá, que acababa de ser condecorado. Era para un recuerdo doblemente precioso, y espero que será para ti un amuleto que te dará la felicidad.

Desde la rodilla reinaban unas medias calzas de mal pardillo, condecorado con los cuatro títulos de revuelto, roto, raído y remendado, y con esto y un mal gabán pasado con mangas por los hombros se cumplía la buena traza de aquella persona, si es que no contamos un zurroncillo como de pastor que le adornaba las espaldas.

De modo que el vulgo, á quien se atribuyó esta insolencia, se despechó tanto en algunas partes, que hicieron víctima de su furor á algunos inocentes: como en Arequipa, donde perdiendo el respecto á la justicia, saquearon la casa del corregidor D. Baltazar Semanat, le precisaron á ocultarse para salvar su vida, atropellaron las casas destinadas á la recaudacion de estos derechos reales, persiguieron á los administradores, y estuvo la ciudad á pique de perderse: trascendiendo hasta los muchachos el espíritu sedicioso, con juegos tan parecidos á las veras, que habiendo nombrado entre ellos á uno, con el título de aduanero, se enfurecieron despues tanto contra él, que á pedradas acabó su vida, costándole no menos precio el fingido empleo con que le habian condecorado.