United States or Eswatini ? Vote for the TOP Country of the Week !


Os traía esto para vuestros pobres, señor cura dijo madama Scott. Y yo esto otro agregó Bettina. Con toda delicadeza deslizaron su ofrenda en la mano derecha e izquierda del anciano cura, y éste mirando alternativamente sus dos manos, pensaba: ¿Qué serán estas dos cosas? son muy pesadas; debe haber oro aquí dentro... , pero ¿cuánto, cuánto?

Pero quisiera pagaros ahora mismo; ¡odio las deudas!... Existe un medio, quizá, sin vender los terrenos... Richard, ¿queréis ser mi marido, señor cura dijo madama Scott, riendo, fui yo quien salí al encuentro de mi marido: yo quien le pidió su mano; esto lo podéis decir a todo el mundo, porque es la verdad.

Juan se levantó, y los siguió con la vista a los dos, Bettina y Pablo. Una nube le pasó ante los ojos. Sufría atrozmente. No me queda más recurso que aprovechar este momento y partir se dijo. Mañana escribiré algunas líneas a madama Scott disculpándome. Dirigiose a la puerta, sin mirar a Bettina... Si la hubiera mirado, se habría quedado.

Señor Juan... ella lo había llamado señor Juan... y nunca su nombre le pareció tan lindo. ¡Y los últimos apretones de manos al partir, antes de subir al carruaje!... Miss Percival había estrechado más que madama Scott, un poco más, seguramente.

M. Scott es un americano colosalmente rico, que vino a instalarse en París el año pasado. Desde que se pronunció su nombre, comprendí que la victoria debía ser decisiva. Gallard estaba vencido de antemano. Los Scott comenzaron por comprar en París una casa de dos millones de francos, cerca del parque Monceau. , calle de Murillo, donde dieron el baile; era... Deja hablar a M. de Larnac.

Decídese y continúa hasta tres millones. Ahí se detiene, y se le adjudica la propiedad a M. Gibert. Arrójanse todos sobre él, lo rodean, lo abruman... «¡El nombre, el nombre del compradorEs una americana responde Gibert, madama Scott. ¡Madama Scott! exclama Pablo. ¿La conoces ? pregunta madame de Lavardens. ¡Si la conozco, si la... no, absolutamente!

lo has dicho replicó Pablo... Y yo la conozco a madama Scott... y vamos a divertirnos en Longueval y te presentaré... Pero todo esto causa pena al señor cura... porque es una americana, una protestante. ¡Ah! es verdad, mi pobre padrino... En fin, de eso hablaremos mañana, que iré a comer con vos: ya se lo previne a Paulina.

Anunciaron la comida. El aya vino a buscar a los niños; madama Scott tomó el brazo del cura; Bettina el de Juan... Hasta el momento de la aparición de Bettina, Juan se había dicho: «¡La más linda es madama ScottCuando vio la pequeña mano de Bettina deslizarse bajo su brazo, y cuando ella volvió su delicioso rostro hacia él, pensó: «¡La más linda es miss PercivalMas pronto volvió a caer en su indecisión cuando se halló sentado entre las dos hermanas.

«¡Cuánto se quieren papá y el Conde! Se parece a papá, su amigo; es bueno como él, y casi tiene su mismo aspecto... »Hoy me ha mandado el Conde las novelas de Walter Scott... Hoy he recibido de nuestro buen amigo los dramas de Metastasio... »Todavía se ejercita el Conde en la esgrima, mientras que papá la ha dejado desde hace mucho tiempo.

Madama Norton acababa de instalarse en el piano para hacer bailar un poco a los jóvenes. Pablo de Lavardens se acercó a miss Percival. ¿Queréis hacerme el honor, señorita? ¡Ah! Creo haber prometido este vals al señor Juan. En fin, ¿si no es con él... será conmigo? Convenido. Bettina se dirigió hacia Juan que se había sentado cerca de madama Scott. Acabo de echar una gran mentira.