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Alicia parecía sentir el remordimiento del que presencia las últimas horas de un condenado á muerte y tiene que negarle la satisfacción de su postrer capricho. Se lamentaba como la enfermera que no puede dar al moribundo lo que pide entre hipos de agonía. Miguel creyó adivinar el secreto de las últimas entrevistas entre la dama maternal y su ahijado.

El poeta lloró otra vez, besando á su ahijado. Ya no vería más á este coloso que parecía repeler sus débiles abrazos con el fuelle de su respiración. Ulises, ¡hijo mío!... piensa siempre en Valencia... Haz por ella todo lo que puedas... Ya lo sabes. ¡Siempre Valencia!

»La primera clase procede mas suavidad. Entra el amigo siendo garante de aquella desventura. Propone el ingenio del ahijado, celebra la tersura de su escrivir, aunque apenas conocido hasta entonces. No olvida la buena eleccion en los argumentos, y haziendole en lo rizo, crespo y suave, un segundo Vega, pide se le señale hora para manifestar las hazañas de su noble batallador.

Aprovechando la ocasión, podía tantearle, hacerse amigo suyo y dar comienzo poco a poco a la obra de su conversión. D.ª Eloisa no dudaba del éxito, fiada en el buen fondo de su hermano y en la virtud y la ciencia de su ahijado.

LEONIE. ¡En la suya...! CIRILO. Yo le encontraré una colocación decente lejos de París. Allí, si usted lo desea, podrá aislarse del pasado y olvidar lo que ha sufrido. Se convertirá de nuevo en un ser libre. LEONIE. Todo eso es muy bonito, pero irrealizable. Si usted hubiera sido un ahijado como todos los demás, hubiéramos podido entendernos.

¡Ay! suspiraba el pobre notario, que había alimentado mucho tiempo otra esperanza, mi ahijado no sospecha el perjuicio que me ha hecho. Pero, lejos de guardarle rencor, el excelente hombre le daba el cariño que su madre adoptiva no quería.

En verdad que tenéis suerte, Godfrey dijo el tío Kimble . Pero sois mi ahijado, y por eso no quiero soplaros la dama. Por lo demás, no estoy tan viejo, querida, ¿no es cierto? prosiguió, volviéndose a saltitos al lado de su mujer . ¿No os importaría nada que os diera una sucesora, en caso de que desaparecierais, con tal de que antes llorara mucho?

LA SIRVIENTA. Es lo de siempre... El general, que está colgado del teléfono... Pregunta por cuarta vez si volviste a casa... El pobrecito pierde la paciencia. ¿Qué se contesta...? LEONIE. ¡Que ya voy...! ¡Maldito rufián...! LA SIRVIENTA. ¿Se marchó tu ahijado...? ¿Y sin tomar nada...? LEONIE. ¡No! ¡Figúrate...! ¡Es una aventura extraordinaria! ¿Conoces la historia de Thais?

El cura, a pesar de la resistencia de Juan, iba a lanzarse en el panegírico de su ahijado, cuando Bettina intervino, diciendo: Es inútil, señor cura; no digáis nada... todo lo que podríais decir, lo sabemos. Hemos cometido la indiscreción de tomar informes sobre el señor... ¡oh! casi dije el señor Juan... sobre el señor Reynaud. ¡Y nos los han dado admirables!

Vió la barbuda cara del Tritón en este supremo instante, vió al poeta Labarta lo mismo que cuando contaba á su ahijado las aventuras del viejo Ulises, su lucha de náufrago con los peñascos y las olas. De nuevo la dilatación marina le arrojó contra una roca, anclándose en ella con el agarreo instintivo de sus manos.