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La imaginación tiraba de él con la pesadumbre de una bala de artillería. ¡Tío... tío! Y se agarraba convulsivamente á la dura isla de músculos barbuda y sonriente. El tío emergía inmóvil, como si clavase en el fondo sus pies de piedra. Era igual al promontorio cercano que obscurecía y enfriaba el agua con su sombra de ébano. Así pasaban las mañanas, dedicados á la pesca y la natación.

La descripción de las costumbres de la nobleza española de la Edad Media está hecha magistralmente, y en la exposición hay una vivacidad arrebatadora. La titulada Los hijos de la Barbuda, es parecida á la anterior, y escrita, como ella, en castellano antiguo.

Vió la barbuda cara del Tritón en este supremo instante, vió al poeta Labarta lo mismo que cuando contaba á su ahijado las aventuras del viejo Ulises, su lucha de náufrago con los peñascos y las olas. De nuevo la dilatación marina le arrojó contra una roca, anclándose en ella con el agarreo instintivo de sus manos.

Las azucenas, con su túnica de blanco raso, erguíanse encogidas, medrosas, emocionadas, como muchachas que van a entrar en el mundo y estrenan su primer traje de baile; las camelias, de color de carne desnuda, hacían pensar en el tibio misterio del harén, en las sultanas de pechos descubiertos, voluptuosamente tendidas, mostrando lo más recóndito de la fina y rosada piel; los pensamientos, gnomos de los jardines, asomaban entre el follaje su barbuda carita burlona cubierta con la hueca boina de morado terciopelo; las violetas coqueteaban ocultándose para que las denunciase su olorcillo que parecía decir: «¡Estoy aquí!»; y la democrática masa de flores rojas y vulgares extendíase por todas partes, asaltaba las mesas, como un pueblo en revolución, tumultuoso y desbordado, cubierto de encarnados gorros.

Una India que las tazas ministraba, Muy vieja lagañosa y colmilluda, A todos los mancebos animaba Con su lengua mordaz y tartamuda: Entre otras muchas cosas que hablaba, Aquesta razon dice la barbuda: "En medio el Paraguay y Perú estamos Aquestos y á los otros resistamos."

Cierto día, un joven melenudo y de barbuda faz hacía en su presencia desmedidos elogios de Robespierre, declarándose acendrado partidario de su sistema, lamentando su prematuro fin y augurando su rehabilitación como un acto de justicia. Ese grande hombre no ha sido bien comprendido dijo al terminar su perorata. Pero guillotinado, afortunadamente replicó el conde de M...

Pero como ambas son interesantes para conocer la literatura dramática española á principios del siglo XVII, copiaremos aquí el catálogo de ellas: Parte tercera de las comedias de Lope de Vega y otros autores con sus loas y entremeses: Barcelona, 1614. Los hijos de la barbuda, de Luis Vélez de Guevara. La adversa fortuna del caballero del Espíritu Santo, del licenciado Juan Grajales.

Aquí no estaban en tierra, y la vida de a bordo permite mayores libertades. Hasta el abate de las conferencias andaba por las cercanías del baile, asomando su cara barbuda. «El mar... es el mar, MonseñorPersistió en Fernando la misma sensación de desconcierto y de miedo al tropezarse con los paseantes, cual si éstos pudiesen adivinar lo que había ocurrido abajo.

Ya no creía como antes, que fuese posible enamorarse de muchas a la vez. Juzgando por mi, pensaba que un hombre no puede amar dos veces en su vida, sin ofrecer al mundo el espectáculo de un fenómeno extraordinario. Una vez reglamentados así los latidos del corazón de la gente barbuda, mis pensamientos tomaron otro curso, y me regocijé con la idea de ver a mi cura.

Algún obrero viejo marchaba solo al lado de un hospiciano. ¡Pobrecito! No tenía madre; estaba, en su desgracia, peor que los otros. Su mano callosa, cubierta de escamas del trabajo, acariciaba las mejillas infantiles, mientras la cara barbuda miraba a lo alto, pensando en que los hombres no deben llorar. Toma un perro gordo: lo guardaba para «un quince»... Que te apliques... que seas bueno.